El escándalo como pecado es un hacer que causa un mal espiritual en alguno de nuestros hermanos. Pero Jesús dijo: «¡Bienaventurado aquel que no se escandaliza de mí!»
La vida sencilla y sin apariencia de penitencias extraordinarias de Jesús escandalizó hasta a los discípulos de Juan Bautista, que tenían envidia.
Jesús se rodeaba de pecadores y así escandalizó a unos fariseos llenos de hipocresía. Se proclamaba Dios y escandalizó a muchos judíos llenos de presunción.
Murió en una cruz y escandalizó a los romanos y a otros paganos llenos de sabiduría mundana.
Escandalizó con su doctrina: sí a la vida (o sea, no al aborto), no al divorcio, no al adulterio, no a la mentira, no a la calumnia, no a la venganza, no a la riqueza y al lujo… Sí al perdón siempre, incluso al que por malicia te hace daño, sí a la misericordia, sí a la limosna, sí a la castidad y modestia, sí a la pobreza…
Se escandalizó Félix oyendo a san Pablo hablar de justicia, del dominio de los instintos y de un juicio futuro, después de la muerte, como hoy se escandalizan muchos cuando el Papa habla de la cuestión sexual o del derecho a la vida, o de la existencia de un infierno eterno.
Se escandalizaron los atenienses cuando san Pablo les habló de Jesús resucitado después de la muerte; y que los juzgaría. Como hoy se ríen los ateos, los agnósticos, los satisfechos… cuando se les habla del juicio de Dios.
Se escandalizó Herodes, dominado por el vicio sexual, obligando a Jesús a vestirse como un loco, como hoy también se trata de locos a los cristianos que defienden la verdad y no amalgaman la doctrina de Cristo con la falsedad de otras religiones.
¡Sí, ay del cristiano que no causa escándalo en el mundo! Mala señal si ya no hay diferencia entre cristiano y el mundo.