Se dice que la cristiandad ha traicionado al cristianismo. Mirando a los cristianos del primer mundo no parece muy errónea esta afirmación. No vivimos el cristianismo ¿por qué?
Porque no nos sentimos amados.
Sabemos que somos amados por Dios: En cuanto a ser amados por los hombres ya tenemos más dudas.
Pero no sentimos el amor de Dios y menos aún sentimos en nosotros el amor de los hermanos cristianos, empezando por la jerarquía.
Creo que pocas personas conocen la fuerza que da el sentirse amado no sólo por Dios sino también por sus hermanos.
¡Cuán lejana está la jerarquía de las bases! Hay cristianos que día a día hacen sus trabajos apostólicos y nunca han sentido una palabra de aliento. Como si Dios les exigiera una santidad heroicamente inhumana.
Hace unos días me encontré con un viejo amigo que hace tiempo no veía. Le vi triste y algo amargado. Sabía que había estado procesado por delitos infundados durante muchos años.
-. ¿Cómo tienes el asunto? le pregunté.
. – El caso está igual. Ya hace nueve años que estoy procesado y sigo esperando. Me ha decepcionado la absoluta falta de ayuda de todos mis amigos, cristianos todos. Cuando fui investigado durante más de un año intenté acudir a mis amigos: nadie me ayudó. Al fin la policía se cansó de controlarme y me levantaron la imputación. No había motivo alguno para hacer caso de la denuncia promovida por el Ayuntamiento. Luego lo organizaron mejor: otra denuncia que duerme en el juzgado año tras año, en espera de que se rompan mis nervios. Y así ocho o nueve años. Un día acudí a un sacerdote y le dije que nadie en la Iglesia me había ayudado. Su respuesta fue clara: «¿Qué es la Iglesia? Son los cristianos. Y éstos ¿qué son? Hombres egoístas y despreocupados del prójimo, como todos. No busque ayuda por aquí».
Dicen que los cristianos somos incapaces de vivificar al mundo y quizá sea cierto. Por nuestra debilidad humana es indudable. Pero hay una razón más profunda: para lanzarse a obrar, para ayudar a cambiar a la sociedad y cristianizarla, el cristiano necesita la seguridad de sentirse amado. Y hoy los cristianos no amamos.
Quizá deba matizar: amamos de forma muy genérica, o sea muy poco comprometida. De ahí el fracaso.
Y los teóricos para que este fracaso no nos incomode se sacan de la manga una nueva pastoral: no es preciso cambiar nada, ni siquiera vale la pena vivir el cristianismo porque todos los hombres se salvan cada uno en su religión. Basta una genérica opción fundamental para el bien. De esta manera conformada nuestra conciencia, ya podemos dormir tranquilos. Todo sigue igual.
Jaime Sola Grané