Artículo del día

¿Convertirse a la hora de la muerte?

Diréis, que todos los días se ven pecadores que, después de una vida entera de desórdenes, dan, al morir, señales tan vivas y patentes de arrepentimiento, que no puede cabernos duda de que el Señor se deja ablandar con sus lágrimas. A este error que adormece a tantas almas impenitentes, Jesucristo responde por mí que se le buscará, pero no se le encontrará; es decir, que serán desechadas las señales aun las más marcadas de arrepentimiento. En efecto, Dios no agradece la penitencia del pecador moribundo porque es falsa. Es falsa, porque no es libre; es consecuencia de la dura necesidad a que se ve reducido; no es el fruto de la gracia o de una verdadera compunción. Después de haberos rebelado hasta lo sumo contra Dios, y hecho del último día de vuestra salud el último día de vuestros crímenes; cuando os sentís aterrado, entonces ¿rendís las armas y pedís gracia? Levantáis los ojos al cielo, a donde no habíais dirigido una sola mirada, cuando la tierra empieza a faltar a vuestros pies. Dejáis que repartan vuestras riquezas a los pobres, cuando vuestras manos desfallecidas no pueden ya retenerlas. El mero hecho de encontraros en aquel lance, ¿no hace que sean sospechosas vuestras lágrimas? Si de parte de Dios os asegurasen que aquella enfermedad no os conducirá a la sepultura, ¿tomaríais tantas medidas para aplacarle?

Así la penitencia del pecador no es sino temor muy natural inspirado por la muerte y la imagen que se le representa más viva que nunca de las penas eternas. Llora, pero son lágrimas que dedica a sus desgracias y no a sus crímenes. Se lamenta, pero no es un amoroso regreso a su padre, sino una súplica interesada que hace a su juez. Detesta sus extravíos, pero no es por la injuria que hicieron a su Dios; solo siente los males en que van a precipitarle. Para nada contó con el Señor en sus placeres. El Señor tampoco entra para nada en su arrepentimiento. Si estuviese seguro de que el infierno es un sueño, pronto quedaría borrado de su entendimiento el horror a sus faltas.

Todo lo que sé, es que los últimos Sacramentos no son tal vez sino los últimos sacrilegios del pecador. Todo lo que sé, es que los Padres que hablaron de la penitencia de los moribundos, lo hicieron en términos que hacen temblar. Todo lo que sé, es que es cosa de fe que los que se salvan son en número muy corto, y sin embargo apenas habría pecador que dejase de salvarse, si las señales de arrepentimiento que se dan en el lecho de muerte fuesen señales infalibles de salvación.

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Noticias Cristianas

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