Ser cristiano debería ser un riesgo, una declaración de guerra a la sociedad consumista que tenemos en España. Ser católico debería ser lucha. Pero… en estas últimas décadas, los católicos hemos ido perdiendo los valores morales que en los años cuarenta/cincuenta se lograron introducir en la sociedad. Recuerdo que hace unas tres décadas, una sentencia de la Audiencia de Barcelona absolvía a una proxeneta por los anuncios pornográficos que ponía en la prensa ofreciendo el servicio de sus mujeres. Los jueces razonaban que la sociedad ya estaba madura para asumir tales anuncios.
Por los mismos años, era habitual en un medio conservador, de prensa escrita, que en la edición dominical apareciera una página que horribles blasfemias. Estoy seguro que si yo hubiera presentado una querella criminal, la respuesta habría sido que la misión de la justicia no es velar por la honra y gloria de Dios…
Los católicos, que seguramente no llegan ni a un uno por ciento de los habitantes de Barcelona, nos hemos acobardado, y conformado con aquello que tanto apetece a nuestra indolencia: “Más vale ser víctima que verdugo…” La razón de ser víctimas nos excusa nuestra negligencia y nuestros miedos. Pero, las víctimas las escoge Dios, no nosotros.
Jaime Solá Grané