Artículo del día Testigos de Cristo

TESTIGOS DE CRISTO: Edith Stein

En la primavera de 1933 una modesta postulanta, Dra. Edith Stein, pedía ser admitida en el convento Carmelitano de Colonia. Quería trocar una fecunda labor científica en el mundo por el pobre hábito de Nuestra Señora del Carmen. Nueve años después, Sor Teresa Benedicta de la Cruz murió asesinada por los nacionalsocialistas.

¿En qué pudo consistir el secreto de su especial atractivo? ¿Cómo es posible que, en nuestra época, llena de odios y exterioridades, brille tanto su vida, sobre todo la callada y oculta de carmelita? No se debe tanto a su vida anterior, su influjo filosófico. Lo que entusiasma a la gente es,

en medio de la cotidiana saturación materialista y penuria espiritual, la seriedad radical con que Edith encarna la sencillez y verdad del Evangelio. Hoy día no necesitamos tantas palabras y conocimientos, como obras de amor vivo.

«¿Qué es la Verdad?»

Edith nace en Breslau (Alemania) en 1891, de familia judía. Pronto empieza a destacar por su inteligencia precoz y aguda, autodominio, voluntad férrea, conciencia del deber y sensibilidad. Desde niña ya le atrae el mundo interior, tiene gran afán de saber, y busca la verdad. Decide seguir estudiando, más por inclinación que por ambición de ganar dinero. Es una joven modesta, servicial y amable que se entusiasma por las teorías de la fenomenología de Husserl, por el amor que ella tiene a la verdad objetiva y la superación del subjetivismo.

La llamada de Dios

Edith se puede identificar con el joven rico del Evangelio: está llena de riqueza, talentos, juventud. . . pero con la diferencia de que ante la llamada de Dios ella pone por obra lo que él dejó de hacer. Jesús la mira con ternura, y ella, prendada de este amor, entrega a los pies del Maestro todo cuanto posee, y le sigue hasta la muerte.

Primero fue con ocasión de la muerte de un amigo. Edith, que había perdido la fe judía, quedó pensativa ante la actitud resignada de la esposa cuando se imaginaba hallarla desesperada. Empezó a comprender el misterio de la cruz, necedad y escándalo para el mundo. «Este fue mi primer encuentro con la Cruz y con la divina virtud que ella infunde a los que la llevan. Vi por primera vez ante mí, en su victoria sobre el aguijón de la muerte, a la Iglesia nacida en la Pasión del Redentor. Fue el momento en que mi incredulidad se desplomó y Cristo irradió: Cristo en el misterio de la Cruz. . .

Dios se vale de aquella circunstancia para que el entendimiento empiece a percibir el lenguaje divino. En casa de unos amigos halla por casualidad la autobiografía de Santa Teresa; al acabar de leerla se dice: “Esto es la verdad». Se informa más sobre la Santa, la estudia y la toma por maestra. Corre el año 1922. Edith decide bautizarse.

Quiere entregar toda su vida a Dios. Elige el Carmelo, pero se le rechazan los planes prematuros de vida religiosa. Edith obedece. Tardará diez años en ingresar. Esos años transcurren en el silencio. Se dedica a la enseñanza de la juventud y al apostolado, sin dejar su intensa vida de unión con Dios. Traduce y estudia a Santo Tomás, teólogo y a la vez filósofo, que da respuesta a todos los interrogantes. «El que viva por algún tiempo con este espíritu sosegado, claro y sensato, le ocurrirá que, en difíciles problemas teóricos y prácticos, antes insolubles, encontrará la solución con mayor facilidad y seguridad».

En 1933, el año del ascenso al poder de los nacionalsocialistas, ingresa en el Carmelo de Colonia. A los 42 años tiene que «volverse a hacer como niña», dejar la metafísica para subir a la mística, en un ascenso cada vez más empinado, al Monte de la perfección. Se convierte en esposa del Crucificado y maestra de vida interior. Los nazis recrudecen la persecución contra los judíos. Ella huye a Holanda, pero es apresada y deportada. Da muestras de heroica caridad, hasta entregar su vida en sacrificio propiciatorio por su pueblo en Auschwitz, un año después de que lo hiciera San Maximiliano Mª Kolbe.

El hombre de hoy puede ver en Edith Stein su destino: sus revoluciones ideológicas que le alejan de Dios, su hambre de verdad, el amor redentor de Jesús que espera y llama. Edith Stein es como un faro que guía al hombre al sentido de su existencia, Dios: Unidad, Verdad y Bondad.

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