Artículo del día

EL PODER DE LOS NIÑOS

Al aproximarse el mes de mayo… los padres y madres de familia lleven a sus hijos, aún los tiernecitos, al altar de la gran Madre de Dios, según cotidiana y piadosa costumbre; y ofrézcanlos a la Santísima Virgen juntamente con las flores de su jardín y de sus campos y juntamente con su plegaria y la de ellos. Y ¿cómo podrá la Madre celestial rechazar tantas voces suplicantes, que piden la paz para los ciudadanos, pueblos y naciones? ¿Cómo podrá si nuestros niñitos orantes forman parte de los coros angélicos, nuestros niños, decimos, que pueden apellidarse como ángeles de este mundo? La Virgen María, Madre de Dios, movida por innumerables oraciones, tomará bajo su protección la causa que tanto ahora nos angustia a todos; y pedirá a su divino Hijo, ofendido por tantos y enormes crímenes, para las almas, la cristiana paz, y para los pueblos, la fraternal concordia.
Si la muchedumbre de los niños se acercare orante durante el próximo mes a los templos, confiamos que, bajo la protección de la Virgen Madre de Dios, sonreirán tiempos mejores a la unión internacional, apagadas las mutuas disensiones y apaciguadas las almas. (20 de abril de 1939)
Es grande nuestra confianza en las súplicas de aquellos cuyos ángeles…están siempre viendo la cara de Dios (Mt. 18,10), cuya faz exhala inocencia y cuyas pupilas semejan reflejar el esplendor de los cielos. Sabemos que el divino Redentor las ama con particular afecto y que su Santísima Madre tiene para ellos singular ternura; sabemos que las plegarias de los inocentes penetran los cielos, desarman la divina justicia y alcanzan para sí y para los otros los favores celestiales. (15 abril 1940)
La consideración de los divinos misterios de la redención en el santo Rosario enseñará a los mayores a vivir cotidianamente con el fúlgido ejemplo de Jesús y de María, a recabarles consuelo en la adversidad y a dirigirse hacia aquellos tesoros celestiales que no roban los ladrones ni roe la polilla (Lc. 12,33); llevará, además, a conocimiento de los pequeños las principales verdades de la fe, consiguiendo que en sus almas inocentes florezca como espontáneamente el amor hacia el benignísimo Redentor, cuando, al ver arrodillarse a sus padres ante la majestad de Dios desde su más tierna edad, aprenderán cuán grande es el valor de la oración recitada en común. (Epis. “Ingruentium malorum” 15-09-51)
Si nosotros, recordando nuestra culpas, nos juzgamos indignos de la maternal ternura de la Virgen, conduzcamos en nutridos grupos ante su altar sagrado a nuestros niños, especialmente durante el próximo mes de mayo, para que aboguen por nuestra causa; ellos que tienen alma cándida y labios inocentes, ellos que en sus límpidos ojos parecen recibir y reflejar destellos de luz celestial. Unidas sus plegarias con las nuestras, nos obtengan que allí donde serpentea ahora la ansiosa codicia, aletee cuanto antes el amor; que allí donde ahora se recrudecen las mutuas injurias, reine el perdón; que a la discordia que divide los ánimos, suceda la concordia que los avecina y robustece; finalmente, que allí donde ahora se hacen más agudas profundas enemistades, trastornándolo todo miserablemente, se concierten nuevos pactos de amistad, que deparen la serenidad a los espíritus y por doquier la tranquilidad de un orden basado en la justicia. (Carta 20, 4, 1941)
Cuanto más puros sean vuestros ojos, jóvenes madres de mañana, tanto más veréis en los queridos pequeñines confiados a vuestros cuidados, almas destinadas a glorificar con vosotras el único objeto digno de todo honor y de toda gloria. Entonces en lugar de perderos, como tantas otras, en sueños ambiciosos sobre la cuna de un recién nacido, os inclinaréis con mente devota sobre el frágil corazón que comienza a palpitar, y pensaréis, sin vanas inquietudes, en los misterios de su porvenir, que confiaréis a la ternura -¡más maternal todavía y cuanto más poderosa que la vuestra!- de la Virgen del Rosario. (Rosario en familia 16, 10, 1940)
Queremos dirigir a los niños y niñas un deseo nuestro. ¿Recordáis cuánto os amaba Jesús y con cuánta ternura os acogía? Al hablar a las turbas, Él os proponía como modelos para entrar en el reino de los cielos. También el papa os ama como os amaba Jesús… El papa tiene necesidad de vuestra ayuda… ¿Queréis ayudar a la Iglesia a salvar a la humanidad en peligro? Alzad al cielo vuestros ojos limpios y puros. Unid vuestras pequeñas manecitas y ofreced a Jesús vuestra inocencia. Decid a Jesús que salve a la Iglesia, que salve a las almas. Sed con vuestra plegaria, con vuestros pequeños sacrificios, los ángeles protectores… Uníos al papa para hacer dulce violencia a vuestra Madre celestial.

P.P. Pío XII

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Noticias Cristianas

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