Voy a dejar escrito lo que mi mente y corazón querrían expresar en el momento de mi muerte por si, imposibilitado, no pudiera entonces hacerlo.
Primera.- Quiero vivir y morir en el seno de la santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana. Quiero creer firmemente, hasta mi hora postrera, todo cuanto esta misma Iglesia enseña, particularmente todo aquello que se halla contenido en el símbolo de la fe que llamamos Credo.
Ante todo renuncio y declaro que REHUSO mi consentimiento a todas las tentaciones contra la fe de que pueda servirse el enemigo de mi salvación, para hacerme sucumbir en las cercanías de la muerte, y declaro que quiero morir teniendo la misma fe de que murieron poseídos tantos santos, mártires y vírgenes. Creo todo lo que ellos creyeron y salvadme, Señor, por vuestra infinita misericordia.
Segunda.- Si el tentador, en el momento de mi muerte, me inspirase sentimientos de desconfianza de vuestra bondad, si para hacerme caer en la desesperación me hace presente entonces que mis pecados son demasiado enormes, mis recaídas harto frecuentes, mi ingratitud monstruosa y vuestra justicia terrible, oh Dios de bondad y de clemencia, protesto ahora que me horroriza una tentación tan injuriosa a vuestra bondad y misericordia y tan opuesta a vuestras divinas promesas. He pecado porque soy hombre, pero Vos me habéis perdonado porque sois Dios Me salváis por el mérito de la preciosa Sangre que Jesucristo derramó por mí en la cruz. Porque he esperado, porque he creído en Vos, libradme de la muerte eterna, en el terrible momento que dará fin a mi vida.