Meditación del día

6 de febrero

Ss. Pablo Miki, s.j. y comp. mrs; Pedro Bautista, Martín de la Ascensión y .Francisco de S. Miguel, mrs; Dorotea, v. y mr; Amando, ob; Teófilo, Saturnino, Revocata y Antoniano, mrs; Guarino, ob. card; Amando, Gelasio, cfs; Mateo Correa pb. y mr;Silvano, ob; Bedasto, ob;Julián, mr. y médico crucificado, Ina r. de los sajones, fdr; Ba. Juana, psa. de Portugal; Fiesta del Santo Misterio de Cervera.

Introito

Insondable misterio en su maternidad. El Hijo de quien es Madre, lo es también del Padre, por lo cual sube a una asombrosa y alta unión con Dios Padre al vestir de la humana carne al Hijo único, que sólo puede serie común con el Eterno Padre por la manera con que lo concibe (S. Bernardo).

Asombro de poder; pues si es cierto que todo, y aun la misma Virgen, depende de Dios, podemos por varias razones volver la proposición diciendo que todo, aun el mismo Dios, está sujeto a María (S. Bernardino de Sena).

Trabaja por entender el corazón de la Santísima Virgen, y hallarla has por una parte llena de inefable alegría y admiración oyendo las grandezas y maravillas que desde Niño se decían, y por otra, llena de grandísima e incomparable tristeza mezclada con esta alegría, oyendo las tristes nuevas que este santo varón del mismo Niño le profetizaba, diciendo que había de ser como un blanco adonde el mundo y todos los hombres carnales tirarían todas las saetas de su furor, y harían todas las contradicciones que le pudiesen hacer, con las cuales el corazón de la Virgen sería atravesado con un muy agudo cuchillo de dolor. Pues ¿por qué quisiste, Señor, que tan temprano se descubriese a esta inocentísima esposa tuya una tal nueva, que le fuese perpetuo cuchillo y martirio toda la vida mereciese castigo? Ciertamente, Señor, por eso la afliges, porque la amas, por no defraudarla del mérito de la paciencia, y de la gloria de este espiritual martirio, y del ejercicio de la virtud, y de la imitación de Cristo, y del premio de los trabajos, que cuanto son mayores, tanto son dignos de mayor corona. Nadie, pues; infame los trabajos, nadie aborrezca la cruz, nadie se tenga por desfavorecido de Dios cuando se viere atribulado, pues la más amada y más favorecida de todas las criaturas fue la más lastimada y afligida de todas (Fr. Luis de Granada).

 Meditación: REFLEXIONES SOBRE LA MUERTE

El mayor número de hombres se ve sorprendido por la muerte. Casi todos los pecadores mueren cuando se creían todavía muy lejanos del término de su existencia. El último momento que termina nuestros días, nunca en nuestro concepto es el último. Cuando os hallaréis postrado en el lecho de muerte, creeréis que aún está lejos; todavía retardaréis el , asunto de vuestra salvación, y desecharéis la proposición que se os haga de llamar a un ministro de Jesucristo; o bien si éste se os presenta, miraréis su ministerio más bien como visita de cumplimiento, que como anuncio de vuestra muerte; no confesaréis vuestros pecados; como quien va a dar cuenta de ellos al soberano Juez reservaréis aún en vuestra conciencia mil cosas dudosas que dejaréis siempre para resolver en último apuro. Os aseguro que, al espirar, todavía os prometeréis algunos días de vida; os digo que la mayor parte de las muertes son repentinas; que apenas hay pecadores a quienes no falte el tiempo, y que no mueran, no sufran su juicio y su condenación antes de creerse en inminente peligro… En vista de eso, ¿podéis estar tranquilos?

El pecador muere mucho más, por decirlo así, que el justo. Como tiene apego a todo, sufre tantas muertes particulares cuantos lazos se ve obligado a romper; muere para su cuerpo, a quien idolatraba; muere para sus bienes, para sus empleos, que halagaban su orgullo; muere para sus placeres, de que era esclavo; para sus esperanzas, en que se apoyaba; para sus soberbios edificios, en medio de los cuales creyó haberse fabricado una habitación eterna; para todas las criaturas, que servían a sus pasiones… ¡Qué dolor tan agudo, cuando es necesario romper a la vez con todo lo que aún le tiene ligado a la tierra! Sufre mil muertes en una sola, y dice muy bien el Profeta que la muerte del pecador es la más dolorosa y amarga de todas.

La muerte acaba con toda la gloria del hombre que olvidó a Dios durante su vida; aniquila todo cuanto tenía de grande a los ojos de los hombres; despójale de todo, y le deja sólo, sin fuerza, sin apoyo, sin recursos entre las manos de un Dios terrible… Semejantes a aquellos que desde lejos ven morir un hombre en medio de las olas, sus amigos, sus esclavos, sus aduladores, entre los cuales se creía inmortal, pueden a los más dedicar lágrimas a su desgracia, o hacer votos inútiles para que se libre… Así, lucha enteramente solo con la muerte, y en vano tiende la mano a todas las criaturas, que le escapan. Lo pasado se le presenta como un instante fugitivo que no ha hecho más que brillar y desaparecer… El porvenir es un abismo inmenso en que no ve ni fin, ni salida, y en que va a perderse y ser tragado para siempre… El mundo, que creía eterno, no es más que un fantasma… La eternidad, que miraba como una quimera, es un objeto espantoso que tiene ante sus ojos, que ya toca con sus manos… Su desgracia, en fin, le da nuevas luces, pero no le da un corazón nuevo; muere desesperado e impenitente…

Cuando se proponía algún asunto al bienaventurado Luis Gonzaga, al momento respondía: ¿Qué relación tiene eso con la eternidad? Eso no me atañe, me es indiferente. Si una cosa puede servirme para ganar el cielo, por pesada, molesta y difícil que sea, no importa; acéptala de todo corazón. Si, al contrario, es cómoda, agradable, si lisonjea mis inclinaciones, pero puede perjudicarme, detéstala y huyo de ella. Si me prometiesen ocupar por cien años un trono, pero con riesgo de la eternidad, desecharía el trono con horror. Si debiese permanecer cien años en un calabozo, y con ello quedase asegurada mi eternidad, correría de buen grado a encerrarme en él.

Así es como se piensa, así es como se habla, así es como se obra cuando se tiene juicio y fe, cuando se está bien penetrado de la grandeza de las cosas eternas y de la nada de las cosas del mundo; y con todo este nada es lo que ocupa, lo que infatúa, lo que encanta a casi todos los hombres; es por este nada que todo se aventura, y que uno arriesga su eternidad…

Oración

¡Oh Virgen santísima! qué tan grandes fueron los trabajos que pasaste en esta jornada, desamparando tu tierra, tu casa y tus dulces conocidos y parientes y caminando a países extraños; y tierras de idólatras y de infieles, con ese delicado Niño en tus brazos, donde ni tenía casa, ni abrigo, ni hacienda para servirle. Si entre tus naturales no hallaste más que un establo y un pesebre para el nacimiento del Niño, ¿qué hallarías entre infieles bárbaros y extraños? ¿Quién os acogería? Y sobre todo esto, ¿qué sentiría tu piadoso corazón morando en tierra de infieles, viendo allí tan desterrado y muerto el conocimiento de Dios? (S. Buenaventura).

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Noticias Cristianas

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