Ss. Escolástica, v. fdra. ben; Sotera, v. y mr; Austreberta, absa; Zótimo, Ireneo, Jacinto y Amancio, mrs; Bruno, Silvano, obs; Francisco Blanco, mr; Guillermo, er; Lorenzo, mj. ap. de Sicilia; Amoldo de Catania; Leonardo de Foligno, fra; Trumwin, ob; Clara de Rirnini; B. Hugo de Cambrai; Guillermo Zucchio.
lntroito
Madre de Cristo vaticinada de los profetas, esperada de los patriarcas y por mil figuras señalada (Adán de S. Víctor).
Alegre y hechizadora flor entre es pinas; flor que el amor abrió y sacó de su corola otra flor que es gozo de los cielos (Misal ant. de Cluny).
Resplandor sin eclipse es la castidad de María; su caridad, inmortal fuego que nunca se apaga (Adán de S. Víctor).
Intacta virgen, santuario del que juntó en sí la fuerza del león con la mansedumbre del cordero, lo grande con lo pequeño, Cristo Jesús (Misal Romano antiguo).
Alba y nube clara y alegre, de la cual después se formó el Sol de justicia en cuanto hombre (S. Alberto Magno).
La propia experiencia nos enseñaba que nunca progresamos tanto en nuestro amor al Hijo como cuando llegamos a Él por la Madre, y que todo cuanto sólidamente hemos edificado en Jesús, no lo hemos logrado sino con María y por María. Si queremos, pues, aprovechar el tiempo que empleamos en buscar a Jesús, comencemos por buscarle en María; pues Él siempre está con ella, y con ella mora siempre. La oscuridad de los misterios de nuestro Salvador se toma en claridad cuando los miramos a la luz de María, porque esa luz es la que viene de su Hijo (P. F. G. Faber ).
Meditación: CON EL ALMA ABRUMADA
Es cómodo repetir que el mundo es obra vuestra y que Vos lo habéis desplegado ante nosotros para que pudiéramos reconocer en él vuestras perfecciones.
Si bastara mirar la tierra para reconoceros, ¿por qué son tan numerosos los que declaran no haberos advertido en los caminos que han seguido, y no haberos encontrado jamás en el hilo, muy largo por cierto, de sus itinerarios? ¿El mundo es verdaderamente para nosotros los mortales, el cercado suave del que habla la Amada en el Cantar de Cantares?
¿Cómo puedo descubrir la obra de vuestra Bondad en este universo que ignora la compasión y que, en su indiferencia ciega y sorda, jamás escuchó el grito de nuestra angustia? La marea no se parará un minuto para perdonar a ese niño perdido en la playa. El cierzo de invierno no será menos glacial para el huérfano que tose o para la viejecita que tirita. El suelo no dará una mies de añadidura para salvar del hambre a toda una población de honestos trabajadores. Las tempestades no tuercen su curso por miramientos a los marinos, y las avalanchas, lo mismo que los volcanes, no se preocupan de los pueblos que entierran. Este mundo sin compasión, sin
educación, sin moral, que no ha distinguido jamás al justo del impío, ni al inocente del culpable, ¿podré yo tomarlo por objeto de mi oración y contiene verdaderamente el reflejo de vuestros atributos?
Difícil es ver, en el mundo, la marca de una ternura divina y como la caricia del Padre que está en los cielos.
El mundo no tiene corazón, decía yo, y por tanto no se parece a Vos. Pero el mundo, es yo también, yo formo parte de él, y soy yo y son los hombres, que deben hacerlo clemente y misericordioso. Nosotros somos el corazón del universo.
El mundo es ignorante. Ni siquiera sabe que existe. Esta es la verdad. Pero yo formo parte de este mundo, y en mí encuentra él su conciencia y toma significación. Este mundo es un instrumento; soy yo el obrero; y precisamente porque él no tiene pensamiento propio, puede dejarse invadir y modelar por el mío. Porque es indiferente, puede ser tan maravillosamente dócil. Su vacío moral me permite llenarlo todo entero, de mi adoración o de mi blasfemia. El violín más bello del mundo es perfectamente estúpido. Ignora las notas y el solfeo, y mientras está solo, queda tan mudo como una piedra. Es el músico quien le hará cantar su pasión de él, su locura, su desesperación o sus rabias. Todos los colores de un cuadro están en algunos pequeños tubos o en algunos vasitos, que no tienen absolutamente nada de estético: es el artista quien les dará el poder de expresar alguna cosa: algo grotesco o sublime, torpe o elegante, siguiendo su inspiración y su técnica. Y las palabras, alineadas alfabéticamente en los diccionarios, las palabras son incapaces de hacer una frase, de expresar un juicio; hasta son incapaces de mentir. No son más que la materia de la prosa o de la poesía; es el escritor quien las hará vivir, poniendo la forma de su pensamiento, noble o vulgar, verdadero o falso, claro o confuso.
Cuando blasfemo del mundo porque carece de compasión y moral, me considero tontamente como un espectador en una butaca. Pero yo soy actor en la escena. No se convertirá la arcilla en casa protectora, sino porque en esa arcilla he modelado y cocido los ladrillos y porque los he colocado debidamente. La oración del mundo no se encontrará más que en mis labios o en los de mis hermanos; su bondad no estará más que en mi gesto, y cuando el universo adore, tal adoración sólo existe en el fondo del corazón de los hombres.
Para tener un sentido y un valor, para ser bueno o malo, pecador o fiel, el universo tiene necesidad de mí; de mi acción tiene él la marca, como la efigie acuñada en el metal de las monedas. Las lágrimas sólo son tristes por mi pena; y mis labios son alegres por mi alegría.
Se me ha repetido que el hombre era el rey del universo, como los pedantes dicen que la filosofía es la reina de las ciencias; pero no me gusta mucho desempeñar un papel real.
¡Rey del universo!; dejemos estas palabras, Señor, a los viejos paganos. Sois Vos el solo Rey; y yo, yo, no quiero ser sino el obrero que trabaja en la inmensa cantera del mundo, para hacerlo en mí semejante a Vos.
Oración
¡Oh Madre de Dios, en quien están la clemencia y la dulzura y la virtud y el poder! apiadaos de mí en el día de la tribulación y de la necesidad. Reparad en mis enemigos cómo han crecido y se han multiplicado, y con violento odio me aborrecen y me acosan, y a mi alma hinchan de pesadumbres, y la quebrantan hasta la mollera, y me han derribado hasta el polvo y me han hollado con sus pies. No me faltéis con vuestra asistencia, con vuestra gracia, con vuestra luz, con vuestra virtud, con vuestra fortaleza, hasta que logre aquel indisoluble y eterno abrazo con mi Hermano y Señor mío Jesucristo, en quien está la dicha cumplida, la bienaventuranza perfecta y el amor sumo (S . Ildefonso).