El que no quiso obrar bien cuando pudo hacerlo, será justamente castigado por la imposibilidad de hacerlo cuando querrá. El que no quiso pensar en la muerte durante su vida, no podrá pensar en la verdadera vida a la hora de la muerte; y ¿de qué le sirve al hombre evitar el recuerdo de un mal que no puede evitar? ¿De qué le sirve tener tanto apego a la vida que se le escapa, y de huir de la muerte que va en su busca? “El hombre, dice el salmista, hila sus días, así como la araña va hilando su tela” Después de dar mi vueltas en que se consume su trabajo, viene la muerte que echa `por tierra toda su obra, y entonces ni parece tan solo que haya existido…
Asombra el ver que siendo tan corta la vida, tan incierto el momento de la muerte, tan preciosos todos los instantes, tan raras las conversiones, tan frecuentes los ejemplos de los que son cogidos de sorpresa, y tan terrible el porvenir, pueda creerse cada cual tantos frívolos pretextos para diferir el cambiar de vida. En todos los demás peligros que amenazan nuestra dicha , nuestro honor o nuestra fortuna, son prontas y perentorias las precauciones. Parece que la salvación sea una cosa arbitraria, o que la vida está en nuestras manos, o que se nos haya prometido el tiempo necesario para hacer penitencia o que el morir sin haberla hecho no sea una gran desgracia.