No nos lisonjeemos con la esperanza que nos da el Apóstol, de que un suspiro, una lágrima, una acción pasajera, un momento, en fin, es capaz de alcanzarnos la eternidad. Para Dios es posible todo, pero es un riesgo terrible llevar una vida mundana, y pretender conquistar el reino de la gloria en un segundo, un reino que costó tanta sangre a los mártires, tantas austeridades a los solitarios, tantos combates y asaltos , virtudes y sacrificios a millones de vírgenes, de confesores y de penitentes de todos los siglos y países. Pretendéis poseer sucesivamente las delicias de la tierra y las del cielo, como el rico Epulón tener la misma recompensa que Lázaro. Eso es imposible.
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