Ss. Eulogio de Córdoba ob. y mr; Pedro, Marcelino obs; Basilisa, Marciana vs; Vidal, Revocato, Fortunago, Julián, Anastasio, Celsio, Marcionila, Epicteto, Jocundo, Segundo, Pusilana y Favila mrs; Adrián ab.
Introito
Abismo de gracia, tesoro de vida, mar de profundidad tan grande que no hay quien lo cierre, lo abarque, ni lo mida (S. Juan Damasceno).
Manzano cuya flor es Cristo, el cual fue blanco, más que la nieve en su nacimiento, purpúreo y sonrosado en la pasión, y brilló como oro en su resurrección. Y ella misma tuvo la blancura de su virginidad, la púrpura de sus dolores, y los dorados resplandores de SU amor (Ricardo de S. Lorenzo).
Admirable y nunca oído prodigio: Eva pare en dolor, la Virgen dio al mundo con alegría al dador de la vida. Y este dulcísimo fruto vino a luz sin menoscabo de la virginidad de la madre. Si exponemos un cristal a los rayos del sol, los rayos traspasan y brillan por ambos lados, pero no rompen el cristal; así María quedó entera en el parto del divino Hijo (Antigua Liturgia Eclesiástica).
Meditación: ¿EN QUÉ PUNTO ESTÁ LA NOCHE?
Cuando Nicodemo fue a vuestro encuentro, era de noche. Este hombre tímido temía a los judíos y no se arriesgaba a ir a Vos sino envuelto en tinieblas. Y cuando los Apóstoles, en el lago, echaban las redes sin coger nada, también era de noche. Vos vinisteis al mundo durante la noche de Belén; y la noche duraba todavía, y los guardias del sepulcro dormían, y las santas mujeres madrugadoras no se habían puesto aún en movimiento, cuando resucitasteis de entre los muertos. Noche en verdad feliz. Mientras Vos orabais en la montaña, las horas de la noche ritmaron vuestra plegaria; durante la noche oyó por tres veces el pequeño Samuel a Dios que le llamaba; los ángeles visitaron a San José durante la noche para anunciarle vuestra Encarnación o para advertirle de la huida a Egipto, y el anciano Tobías esperaba la negrura de la noche para sepultar en su huerto los cadáveres de sus hermanos que habían quedado sin sepultura.
La noche, Señor, esta noche santa, y dulce y buena de la que nos habla la Escritura, desde la creación del mundo; yo quisiera tomarla hoy por compañera de mi oración.
Sé que nuestras costumbres de civilizados la han convertido en la protectora de las bajas orgías y en la amiga vulgar de la lujuria. Pero ¿por qué las profanaciones humanas nos iban a impedir reconocer la naturaleza divina de nuestras obras?
Yo tomo vuestra noche muy casta, de los orígenes del mundo, tal como vuelve al fin de mis jornadas vertiendo sobre el silencio de los campos y sobre todas las cosas fatigadas la misteriosa amnistía del reposo. Son éstos los consejos que yo quiero oír y, en su oscuridad, quiero sentir más inmediata vuestra presencia. En medio de la noche disponéis vuestros acontecimientos; como cuando durante la noche bajo los olivos, prolongasteis vuestra agonía redentora.
La noche me hará más humano, inundando mi alma de una ternura discreta; la noche de las clínicas dolorosas, con las enfermeras vestidas de blanco que pasan sin ruido junto a los enfermos, bajo la pantalla de las lámparas…, en el mundo entero, Señor, desde el Japón hasta América, dondequiera que el sufrimiento lastima vuestras criaturas. Y la noche de las largas marchas por la oscuridad de los caminos, en la húmeda frescura, todos en fila, con el hato sobre la cabeza, como yo les he visto allá en las Indias, o en África, pies desnudos, canturreando a la vez para alejar las serpientes y las fieras…. y apresurándose hacia el mercado del pueblo. La noche de los oficiales de servicios y los mecánicos en los enormes vapores que hienden el mar al claro de luna; el insomnio heroico de las madres junto a las cunas; y las salmodias nocturnas de vuestras religiosas en las sillas del coro. Hoy todavía, con la luz eléctrica y todas las invenciones chillonas, interrogo la noche para encontraros más cerca de mí. Es santa; quiero imitar su silencio y, dando tregua a mis agitaciones diarias, envolverme en desprendimiento pacífico. Dejaré caer sobre mi alma la bendición del crepúsculo, cuando desfallecen las luces, una a una, como un apagarse de cuidados; cuando los rumores se apaciguan dulcemente, como resistencias que ceden. Vuestra noche es santa, Señor, y yo quiero imitar su soledad no para dormir sin ocuparme de nada, sino para llevar algunos instantes en mi alma, como un niño dormido en los brazos, la inmensidad de vuestra creación. Yo estoy acosado, desmigado por el menudo pormenor de mis cotidianas ocupaciones, la noche cubriéndolo todo con un único velo, me restituye el conjunto de las cosas y me permite sentir la pulsación de vuestro universo. Después de la puesta del sol, por los caminos de sombra y de silencio, quiero pasearme con Vos. Vuestras palabras, porque no habrá nada más que ellas, llenarán todo el espacio y me harán querer lo que dicen. Yo no quiero huir al desierto. Cada tarde el desierto viene a mí, cuando la noche cierra por todas partes las vías de acceso y eleva a mi alrededor, como en una clausura monástica, las barreras silenciosas de la paz. Celebraré solo las santas vigilias, os esperaré como el siervo evangélico del que habláis en vuestras parábolas; y tal vez esta espera me valdrá una visita vuestra a la hora que Vos habéis enseñado.
No me consideraré la noche como algo profano, porque sois Vos su único Señor y porque no tenemos medio de impedir la rotación de la tierra y la desaparición del sol en el horizonte. Esta oscuridad y este sueño, son vuestros, y de Vos sólo, sin intermediarios, los recibimos; es pues algo vuestro lo que solemnemente y sin ruidos nos anuncian.
Se me convierta en plegaria todo en la noche.
Oración
No iguala mi entendimiento a la grandeza de mis deseos, y queriendo alabarte, en el punto mismo de comenzar ya no sé qué decir. Pero diré de ti, Virgen María, que eres flor de honestidad, templo de pureza, madre de misericordia, fuente y manantial de vida, luz amable, rosa encantadora, azucena de castidad, esperanza y refugio de los caídos, remedio de nuestros males, salud de contritos, consuelo de acongoja- , dos, sostén de los flacos. Diré también de ti que quedaste toda empapada del rocío divino, es decir, del Espíritu Santo, que dejó en ti todos sus dones e hizo florecer en ti todas sus virtudes; diré que eres asombro de los siglos, pues al Rey de inmensa gloria tú ceñiste y cerraste en el seno; que los profetas se arrobaban pensando en ti y ora con palabras veladas nos contaban tus misterios, ora más claramente te señalaban , en la rama mística, en el árbol simbólico, en la flor, en el rocío, en el vellón, en la estrella que había de engendrar un sol.
Y ¿por qué no diré también que eres gloria de los que en ti confían, premio de los que te sirven? Ven ahora, y no desechando mis modestas alabanzas, antes acogiéndolas por la piedad, que es ornamento de tu trono, y por el amor que las ha inspirado, ven en nuestra ayuda, ahora y en todo momento (De una secuencia de la Edad Media).