Meditación del día

17 de enero

Our Lady of the Southern Cross

Ss. Antonio ab; Leonila, mr; Rosalina de Vilanova, v; Diodoro, Mariano y comp. mrs; Speusipo, Eleusipo y Meleusipo mrs; Sulpicio ob; Antonio, Merulo y Juan mjs; Rosalina y Milwida vs; Aquiles y Menio abs.

Introito

He aquí lo que quería decir aquel antiguo odio y aquella irreconciliable enemistad del hombre con el áspid: la víbora infernal yace aplastada en tierra bajo los pies de la mujer. Todo veneno ha sido vencido y domado por aquella Virgen que fue digna de dar a luz un Dios; y la malvada serpiente, debatiéndose en vano para escapar de bajo el pie virginal, vomita sobre la verde hierba su impotente veneno (Prudencia).

Se lee que la saludó así: Salve, ¡oh llena de gracia!, bendita Tú entre las mujeres. Al decir Salve, presentó el saludo celestial; al decir llena de gracia, demuestra que la ira de la primera sentencia quedaba completamente excluida, y la plena gracia de la bendición nos era restituida (S. Fulgencio).

¿Y qué podía faltar a la santidad y a la justicia de la Virgen, que por la misericordia de Dios tuvo la plenitud de la gracia?

¿Y qué vicio habría podido nunca anidar en su cuerpo o en su alma desde el momento en que fue constituida como un nuevo cielo, para ser el Templo del Señor? Porque Ella es verdaderamente aquella casa de la cual dice Salomón: La Sabiduría edificó una casa sobre siete columnas… ¿Quién más digno que esta Virgen? ¿Quién, entre todo el género humano, más santo que Ella?… Ella fue llamada vara, y es una vara que está absolutamente exenta de todo nudo de vicio (Pablo Warnefrido).

Meditación: DIOS TRIUNFÓ POR EL MADEROCruz

La madera de la puerta, a la que los dedos de los visitantes vienen a llamar; y la de la mesa que sostiene mi trabajo, sin estremecerse, sin moverse, fiel como una amistad antigua; la madera del bastón de los ancianos y de las muletas de los lisiados; la madera de los arados y la de los ataúdes; la madera de mi reclinatorio y de mi silla, la de los granos de mi rosa- rio y de mis anaqueles.

Señor, Tú conocías mejor que yo esta madera vulgar. La trabajaste Tú mismo, Tú que la habías creado. Era tu oficio de carpintero de pueblo, y Tú sabías cómo convenía trabajarla evitando los nudos, cortando en la dirección de la fibra, atendiendo a que estuviera bien seca y a que no se abriera solapadamente. ¿Cómo es posible que para encontrarte no haya pensado nunca que esta madera ordinaria podía servirme de guía? Tú la conoces bien; la encontraste otra vez el día de la Pasión, y sobre ella, sobre ella sola, quisiste morir. Después de plantada tu cruz en el Calvario la madera se ha vuelto cristiana; debería recordarme sólo de Ti.

He aquí el madero de la cruz.

La rúbrica de la Semana Santa, nos prescribe hacer la genuflexión ante la madera de la cruz del altar aun cuando quede el tabernáculo abierto de par en par. En recuerdo tuyo, quiero tratar con veneración la madera que me evoca el taller de. Nazaret y los sufrimientos del Calvario.

Tus altares son de madera, casi en todas partes y casi siempre reciben los fieles tu perdón misericordioso después de la confesión, a través de un enrejado de madera. Bien puedo yo labrar esta madera; pero tú eres quien me la ha dado, en línea recta, sin intermediario, como me das la luz del sol; eres Tú quien la hace crecer en el bosque secular y sólo a Ti ella obedece, desde la bellota minúscula hasta la plancha cortada en la aserrería. ¿Por qué obstinarme en buscar tus dones muy lejos, en abstracto y en teoría, cuando sólo tengo que arrodillarme en mi reclinatorio para apoyarme muy realmente en esta madera que viene de Ti?

Pienso, Señor, en todos tus siervos que perecieron, por la fe, a bastonazos y mazazos; pienso en todos aquellos que perecieron en las hogueras en llamas; en todos los que no tuvieron más que un tronco por almohada en la última hora; pienso en todas las cabañas, en las que las planchas mal unidas protegen hoy contra el frío, la lluvia o las fieras, a tantos hermanos de raza; pienso en los viejos bajeles de madera que llevaban a los cruzados y a los misioneros, desde San Pablo con sus naufragios hasta Francisco Javier sobre las carabelas portuguesas; pienso también en las tablas de todos los ataúdes, en esta última morada exigua sobre la cual vuestra Iglesia cantará el Libera y el Réquiem, cuando haya entregado mi alma en vuestras manos.

Me pasearé con respeto a través de toda vuestra creación y, para estar siempre orando, no me será necesario cerrar perpetuamente los ojos. Me bastará abrirlos, no solamente sobre las apariencias, sino sobre la realidad de las cosas, y yo te veré, a Ti, el Verbo Creador, el Redentor, el carpintero de Galilea, y el Salvador que muere sobre el leño. La viruta más pequeña podrá serme una reliquia y en el mueble más ordinario descubriré el sello de tu divina Majestad.

Oración

Intemerada, y totalmente pura, Virgen Madre de Dios, Reina piadosa del humanal linaje; más humilde que los moradores del cielo humildísimos, más pura que los clarísimos rayos del sol más esplendente; más preciosa que los querubines, más santa que los serafines, y sin comparación más gloriosa que todos los demás ejércitos del cielo. Esperanza fuiste de los antiguos padres, gloria de los profetas, loor de los apóstoles, honor de los mártires, regocijo de los santos, corona de las vírgenes. Inaccesible por tu resplandor, fuiste aún princesa de todos, capitana de suma virtud, sacratísima doncella: debajo de tus alas me ampara y guarda; ten misericordia de mí, que estoy manchado de lodo, pues con muchos pecados ofendí a mi Criador y Juez. No se gloríe contra mi Satanás; no se levante contra mí mi enemigo; no vea yo que a tu siervo le falte la esperanza que en Ti tiene; no me calumnie la lengua de los murmuradores: no tengo yo otra confianza, ¡oh Virgen inviolada y mi auxiliadora presente! Todo estoy puesto debajo de tu tutela y protección (S. Efrén).

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Noticias Cristianas

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