Meditación del día

01 de enero – Meditación del día

Solemnidad de Santa María. MADRE DE DIOS.

La imposición del Santo Nombre de Jesús. Octava de Navidad (Manuel, Jesús).

Ss. Fulgencio, Agripino, Frodoberto, Justino obs; Almaquio, Concordia, mrs; Beatriz, Eufrosina vs; Vicente Mª Strambi cf; Odilón, Guillermo abs.

Introito

A ninguna criatura, ni ángel ni hombre se ha concedido ser padre y madre de Dios, fue privilegio y gracia singular de María, ser Madre no solo del hombre sino de Dios, por lo cual se escribe en el Apocalipsis «una mujer vestida de sol»; esto es, llena toda de la divinidad (Sto. Tomás).

Dignidad es de la criatura asemejarse cuanto pudiere a su Criador, y cuanto más se conformare con él, más deiforme y más digna se hace. Habiendo, pues, la Beatísima Virgen María concebido y dado a luz y tenido por hijo al mismo que engendró el eterno Padre, claro es que comparte con Él la paternidad y le es muy semejante; el mismo que el Padre engendró ab aeterno, sin Madre, engendró ella en el tiempo sin Padre. ¡Cuán incomprensible y altísima dignidad es ésta, que tenga por Hijo a aquel que adoran sin cesar los sublimes espíritus angélicos y el ejército de los ciudadanos del cielo, ante quien tiemblan los polos, la tierra y el mar, de quien depende todo el universo! (Dionisia Cartujano).

Ni ángel, ni hombre, ni criatura alguna comparte con María la prerrogativa de esta dignidad: sola puede con Dios Padre decir al Hijo de Dios: tú eres de mi carne (Ricardo de S. Lorenzo).

Que una virgen concibiera y diera a luz al mismo Dios es

El milagro de los milagros. Porque para ello fue necesario elevarla a una como igualdad divina, mediante cierto grado casi infinito de perfección y gracia, cualidad de que nunca había gozado la pura criatura (S. Bernardino de Sena).

Meditación: VALOR DEL TIEMPO

Suele decirse que el tiempo es oro.

El tiempo es sabiduría. Los grandes sabios se han pasado horas y horas leyendo, estudiando, investigando. «Cuando me detengo en las bibliotecas, escribe un autor moderno, ante las largas hileras formadas por las obras de un S. Agustín, de un S. Buenaventura, de un Sto. Tomás de Aquino, me pongo a pensar cómo les bastó el tiempo para escribir tanto y con tanta profundidad, y concluyo que no perdían un solo segundo de tiempo».

El tiempo es cielo. «Un año más en la virtud pasado, un paso más que te aproxima al cielo». Cada segundo lo podemos convertir en gracia, y consiguientemente en el cielo. Los santos fueron santos, gracias a que aprovecharon el tiempo.

El tiempo es la sangre de Jesucristo. Jesucristo nos consiguió con su sangre que se nos concediese el tiempo para nuestra salvación y santificación. Mientras dura el tiempo, dura la gracia de la oración y con ella se pueden obtener todas las gracias, pero una vez que termina el tiempo también la posibilidad del perdón y del merecimiento.

El tiempo es gloria de Dios. En cierta manera, la gloria que le damos a Dios en el tiempo le es más agradable, pues se la damos libremente, quizás luchando contra las terribles tentaciones.

De todo lo anterior se deduce que el tiempo es una moneda que no se podrá apreciar nunca debidamente aquí en la tierra. La moneda sólo se podrá apreciar debidamente en el cielo o en el infierno.

Los réprobos pagan en el infierno con sus terribles tormentos, pero no podrán satisfacer por ellos en toda la eternidad; en cambio, los hubiesen reparado fácilmente aquí en el tiempo. Ahora lamentan horriblemente el no haberlo sabido aprovechar.

Los bienaventurados en el cielo se alegran del tiempo que a provecharon, y si en el cielo pudiese haber pena, la sentirían de no haberlo aprovechado mucho más.

Tenemos que aprovechar el tiempo porque es de Dios, ya que Él es el que nos lo concede y Él es el que lo abrevia o prolonga.

Sta. Francisca Fremiot de Chantal, a quien la preguntaba por qué era tan avara del tiempo, le respondía: «Porque el tiempo no es mío, ya que se lo he consagrado a Dios». No puedo perder un solo momento sin cometer una injusticia contra Dios nuestro Señor.

El tiempo vale mucho. Tenía razón Goethe cuando decía: «Mejor es hacer la cosa más insignificante del mundo que despreciar las migajas del tiempo».

Tenemos que aprovechar el tiempo porque sólo el tiempo aprovechado es el que vale para el cielo. De ahí que haya ancianos de pocos días y jóvenes de muchos años. La Iglesia aplica a S. Estanislao de Kotska, que murió confesor a los dieciocho años, las palabras de la Sagrada Escritura: «Muerto en breve tiempo llenó muchos años, y el Señor dio por llenos sus trabajos».

Oración

Escucha, benignísima Señora y Madre nuestra, y acoge con pecho tierno el humilde obsequio que se atreve a ofrecerte y quiere renovar cada día quien por encima de las demás cosas se precia de siervo y enamorado de ti, pobre es la ofrenda, pero permite al vasallo que, postrado en tierra y humillada la frente, la deje a tus pies y con los labios y con el corazón diga, repitiendo las palabras de celestial mensajero: «Dios te salve, María» (S. Buenaventura).

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Noticias Cristianas

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