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HE VIVIDO EN PAZ CON TODOS

Quizá fueren muchos los que, al morir, quisieran poder decir esto: ¡He vivido en paz con todos! Pero esto, tan anhelado hoy día por los eclécticos, no forma parte de la doctrina cristiana porque significa, de entrada, renunciar a ser apóstol de la verdad. Existe un viejo refrán: “quien dice verdades pierde las amistades” El mundo es amigo de la mentira y odia a los veraces, luego habrá guerra entre el mundo y la doctrina de Jesús que exclamó: “Yo soy el la Verdad”. “Ningún profeta es acepto en su patria”, o aquello “No he venido a poner paz, sino la guerra”, o lo otro: “Tus enemigos son los de tu casa”. Parece claro que todos, si de verdad predicas a Cristo, se convertirán en contrarios tuyos; esperarán cualquier desliz para crucificarte.

El ejemplo de Juan Bautista es claro: “No le interesan ni amistades, ni protectores, ni opiniones de arriba ni de abajo, ni de los de su raza, ni de los extraños. Nada exterior decide su actitud… Jesús acepta con la misma ecuanimidad lo que hay de brillante como lo que hay de doloroso en su misión. No le preocupa si la opinión humana le juzga soberbio cuando clama lleno del Espíritu Santo “¡Haced penitencia!”, o llama a los fariseos “raza de víboras”, o si le tienen en menos cuando dice con gran verdad “No soy digno de desatar la correa de las sandalias del que va a venir en pos de mi” La verdad frente a todos.

¡Vivir en paz con todos! Bonito objetivo si quieres ser cobarde y justificar tu negativa a seguir el llamado de Cristo para la lucha. No enmascares tu actitud con el alegato de la falsa caridad. “¡No quiero molestar a nadie!” dices, pero es para no molestarte tú. Esa paz, cuando el cristiano ha sido llamado a una misión difícil y comprometida, significa deserción, para seguir llevando una vida mediocre y superficial.

Esta actitud de guerra al mundo, propia de los valientes, reporta la victoria. Voy a recordar una vivencia ocurrida en un viaje nocturno en autocar, trayecto de Madrid a Barcelona. El conductor puso un audio soez, irreverente, que ridiculizaba a los sacerdotes. Se levantó un católico, se acercó al conductor y le dijo tajante: “Quite esto que me molesta”. El conductor paró al momento el audio y el viaje transcurrió en silencio. Aquel hombre corrió el riesgo de enfrentarse con un autocar lleno, pero salvó su conciencia.

Jaime Solá Grané

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Noticias Cristianas

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