Cuando me echaron de una asociación católica importante extendida especialmente en América, un santo colaborador comentó: “Había subido alto, por esto ha caído”. Era una clara referencia a aquel sabio dicho: “más dura será la caída”.
¡Cuánta razón tenía aquel hombre ya muy anciano, que había sido siempre un” todo servicio”! Pero, ahora, con la perspectiva que dan los años transcurridos, creo que tendría que haber añadido: “¡qué paz y seguridad tendrá estando a ras del suelo!”
En la ya larga vida que el buen Dios me ha dado, he visto cómo fervorosos jóvenes, primero seminaristas, luego sacerdotes, a medida que crecía su renombre y eran reputados como excelentes directores espirituales de mujeres, actuando sin cautelas, caían como altas torres.
Creo que vivir a ras del suelo me confirma en la convicción de que los encumbrados en cimas altas están expuestos a todas las tempestades y o son muy santos como Claret, Bosco o acaban cayendo ya en este mundo.
Tenía razón el anciano colaborador: no se puede subir alto cuando la carne es débil.
Jaime Solá Grané