La mejor prueba que podemos dar del olvido de la muerte es ver como los hombres se hacen esclavos de un cutis, de una dentadura, de una cabellera… El más bello rostro, ¿no es acaso una masa de carne que debe corromperse? ¿No somos insensatos al apasionarnos por ello? Si la muerte nos afectara más no veríamos sino un miserable cráneo en lo que es causa de nuestra pasión. Pensaríamos que amando una bella frente o unos bellos ojos no amamos sino la habitación de los gusanos y que es ridículo olvidar su razón por una perspectiva que puede mañana excitar nuestro horror. La mujer más hermosa de Milán ordenó en otro tiempo, en su testamento, que su esqueleto fuese expuesto en la biblioteca Ambrosiana como objeto muy a propósito para curar de amor.
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