¿Quieren la vacuna contra el virus? Dejemos de pecar.
El pecado, ofensa a Dios, exige un castigo. Entre los muchos castigos que Dios ha enviado a la humanidad a lo largo de la historia, hoy ha enviado la pandemia del coronavirus. Eso es tan claro que sólo lo niegan los que, rebeldes a Dios, no quieren reconocer que el hombre es una criatura dependiente de su Creador, al que ofenden cuando pecan.
El hombre fue creado para ser feliz, pero al rebelarse contra Dios, y pudo hacerlo porque fue creado libre, tuvo y tiene que asumir las consecuencias de sus actos. Y el castigo por el pecado es el dolor en sus innumerables facetas, la pandemia por ejemplo, que nos impide ser felices. Es curioso como los terapeutas no cristianos buscan fórmulas para que cada hombre sea feliz, aun cuando sea con cargo a la infelicidad de los demás. ¡El más puro egoísmo que sólo consigue que cada hombre esté más solitario y menos amado!
La santificación es posible en este mundo. La santificación –este término que a unos espanta y a otros les hace reír- no es otra cosa que no ofender a Dios, no pecar por acción ni por omisión. Los santos ya en este mundo son felices, y no les alcanza el castigo de Dios que azota a la gran mayoría de la humanidad. Se me argumentará: “pues también estas personas sufren como las demás”. ¡Claro que sufren como Jesús, Hijo de Dios, la inocencia total, como sufrió María!. Sufren porque aceptan ser corredentores, cargando sobre sí la pena de los pecados ajenos. La diferencia está en que son felices en sus dolores y tienen paz, mientras que los hombres que viven en pecado, el dolor les causa desasosiego, agitación y quejas.
La única vacuna contra la pandemia y cualquier otra enfermedad es…NO PECAR, NO OFENDER A DIOS. Es una vacuna que no encontrarán los políticos ateos, agnósticos e hipócritas practicantes. No la encontrarán en farmacias. La encontrarán si, humildes, rezan de rodillas ante Jesús, Hijo de Dios hecho hombre.
Jaime Solá Grané