Cuanto más el pecador ama al mundo, tanto más desgraciado es; porque cuanto más ama al mundo, se multiplican más sus pasiones, más se encienden sus deseos, más obstáculos encuentra en sus proyectos, más se exasperan sus inquietudes. Su amor hace todas sus desgracias porque el mundo nunca puede ofrecerle el modo de remediarlas. Cuando más ama al mundo, más su orgullo queda herido cuanto prefieren a otro, más le confunde un proyecto fracasado, más le aflige no poder dar cumplimiento a un deseo, más le contrista una pérdida inesperada Cuanto más ama al mundo, más necesarios se le hacen los placeres; y como ninguno puede llenar la inmensidad de su corazón, más insoportable viene a ser su tedio, porque el tedio es el resultado de todos los placeres; y con todos sus pasatiempos, el mundo, desde que es mundo, se queja de que se fastidia.
Bien sé que el mundo tiene al parecer su felicidad, y que en medio de aquel torbellino de cuidados, de movimientos, de temores, de inquietudes, siempre se ve en él un pequeño número de felices, cuya dicha causa envidia y que parece gozan de un destino dulce y tranquilo. Pero tras estas exterioridades de felicidad y de regocijo no hallaréis más que verdaderos disgustos, conciencias agitadas… Aproximaos a estos hombres que parecen dichosos de la tierra y os sorprenderéis de hallarlos sombríos, inquietos, arrastrando el peso de una conciencia criminal. Todos convienen en que no son felices, en que el resplandor de su fortuna no brilla sino de lejos, y solo parece digna de ser envidiada por aquellos que no la conocen. Confiesan que en medio de su prosperidad no han gozado nunca de una pura y verdadera alegría… Todos testifican contra sí mismos mientras envidian la dicha de que disfrutan los hombres de bien. Y ya no es el gusto sino la costumbre, la debilidad los que les detiene en el mundo y en el pecado. Lo sienten, se lamentan, quisieran huir del mundo, y sin embargo, se dejan arrastrar por la corriente de su triste destino. Oh mundo engañoso, ¡haz feliz, si puedes, a los que te sirven, y entonces yo abandonaré la ley del Señor para creer en tus vanas promesas!