Hay fechas históricas, como el día que se aprobó el divorcio en España, o el día que se aprobó el aborto. Para los católicos, los pocos que quedan, fechas funestas. Hoy podemos añadir la reciente del día 17 de diciembre de 2020 en que se aprobó en España la ley por la cual ya se puede matar a los que sufran. Se ha entreabierto la puerta. Ya vendrá luego quien de golpe la abrirá del todo y se permitirá morir a libre elección. Bastará entrar en cualquier centro autorizado y firmar la propia muerte. No es la eutanasia la solución cristiana al dolor. Es la solución pagana. Pero, el que se acoja a la eutanasia descubrirá que no halla lo que busca, el descanso, la nada, sino que se ha abocado a un dolor eterno.
Temiendo lo que iba a ocurrir, la CEE con la nota “La vida es un don, la eutanasia un fracaso”, publicada el día 11 de diciembre de 2020, invitó a los católicos a un día de ayuno y oración para pedir al Señor que inspire leyes que respeten y promuevan el cuidado de la vida humana. Desgraciadamente, el Congreso de España aprobó la Ley con el voto de todos los partidos menos PP y Vox.
No vale la pena recordar quienes han votado esta ley de muerte. Unos, socialistas, comunistas, ex terroristas, o liberales, han sido consecuentes con su ideario anticristiano. Otros han actuado como siempre: los falsos católicos vascos, los falsos católicos catalanes etc… priorizan otros intereses. Pero es inexplicable que les sigan votando clérigos y laicos católicos. Los que votan al PNV y a los descendientes de Convergencia y los seguidores de Esquerra, los que votan a comunistas y socialistas nos hacen creer que son católicos, pero ¿lo son?. Alguien protestará y pensará “ ¿son católicos los del PP?” Alguno habrá… pero no creo que nadie piense que es un partido católico. Otra cosa es el denigrado VOX que defiende la doctrina cristiana. Por esto son tan mal vistos… incluso curas, monjas, obispos, y demás miembros del clericalismo se avergüenzan de votarles.
Si tuviéramos el espíritu de los apóstoles Jaime y Juan pediríamos fuego del cielo que abrasase a este Congreso , pero, por suerte, ya Jesús nos advirtió que no es nuestro trabajo- pedir los castigos de Dios. Nuestro trabajo se limita a denunciar la maldad, rezar por los malhechores para su conversión y sufrir las consecuencias, y en la medida de lo posible, paliar los efectos desastrosos de las leyes inicuas.
Jaime Solá Grané