Sin Jesucristo, dice Pascal, la muerte es horrible, es detestable y el horror de la naturaleza. En Jesucristo es muy diferente: es amable, sana y alegre. Todo es suave en Jesucristo aun la misma muerte.
Se cuenta de un viajero extraviado en un bosque, que oyó los acentos de una voz melodiosa. Atraído por la dulzura del canto, llega junto a un hombre cubierto de úlceras y cuyas carnes se caían a pedazos. ¿Sois vos que cantáis con tanta dulzura estando así?, pregunta. ¡Cómo!, contesta el enfermo, entre Dios y yo no hay sino esta pared de barro; veo que se va cayendo y canto el cántico de mi liberación.
Un niño, a quien quedaban pocas horas de vida, viendo que su madre lloraba le dijo: “Mamá, ¿no me enseñaste que para ver a Dios era necesario morir?» Apenas tenía siete años.
Según Hugo de san Víctor, tres son los mensajeros de la muerte: el accidente, la enfermedad y la vejez. El accidente nos advierte que la muerte está oculta, la enfermedad nos dice que está próxima y la vejez que está presente…
La muerte no habla pero guarda un silencio que es la recopilación de la doctrina de los Profetas y de los Apóstoles… Era un libro excelente el del emperador Heraclio: un cráneo de un difunto con estas palabras en su frente: MAÑANA SERÁS LO QUE SOY.