¿Para qué crear tantos hijos que luego dejamos abandonados a su desgraciada suerte? En su gran mayoría, carne del infierno. Desgraciados en esta vida y en la otra. Esta es, Señor, la obra de nuestras manos. Siglo XXI
Bien dijiste a aquellas mujeres de Jerusalén: «Felices las estériles y las entrañas que no engendraron, y los pechos que no criaron». Nuestra generación perversa crea hijos para la maldición. Hijos nacidos del placer y para el egoísmo, ¿qué se puede esperar de ellos? La maldad y, en el mejor de los casos, la depresión.
Si ya no hay fe en el mundo, sólo Tú, Señor, sabes por qué esperas a terminar con este nido de víboras en que se ha convertido la Tierra.
Las leyes se aplican sin caridad; de ahí su monstruosidad. Ya no hay espíritu, todo es materia.
Sí, tenías razón, Señor. Cuando vuelvas no hallarás fe en este mundo.
Hace unos años, los hombres aún sentíamos sobre nosotros la maldición sobre la estéril Cafarnaúm. Aún teníamos esperanza.
Ahora, en el punto final, bendices a las estériles porque los niños que nacen crecen como animales. Generación del siglo XXI, maldita y perversa.
Jaime Sola Grané