Examinemos los últimos «dioses» que han gobernado el mundo.
Siglo XVIII: el dios la luz, siglo de luces, el dios que hace cobrar al hombre conciencia de su libertad e igualdad, pero que en la práctica continúa habiendo barbarie, torturas, saqueos, homicidios en nombre de este dios. La igualdad aún puede ir predicándola los adeptos a este dios a las mujeres vendidas en los prostíbulos, a los millones de parados, a los quechuas que se mueren de hambre en los Andes, a las mujeres maltratadas por muchos musulmanes, etc.
Siglo XIX: el dios de la ciencia. Los “Sabios» se afanan en buscar la manera primitiva, el protoplasma original, lo que justifique la generación espontánea, su ateísmo, creador del dios de la ciencia. Vanos fueron los esfuerzos de Huxley, Flammarion, Lombroso… para que ese dios sustituyera al Dios Creador.
Siglo XX: el dios de las ideologías que crearía monstruos como el nazismo y el comunismo, que se destruirían entre sí para ver cuál se adueñaba del mundo. Pero en el último tercio de este siglo pasado, apareció con fuerza
Siglo XXI: el dios de la democracia. La mayoría decide qué es la verdad, qué es lo bueno de lo malo, qué es lo conveniente, etc… ese dios puede incluso exigir el sacrificio cruento de millones de niños asesinados en el vientre de sus madres, puede celebrar matrimonios contra natura, puede incluso dar como buenos los actos más infames y aberrantes.
Y los católicos, empezando por los políticos, se levantan cada día y arrodillados, prestan adoración a este dios del siglo XXI.
Jaime Solá Grané