Cuando observamos la Iglesia de HOY, lo primero que se nos puede ocurrir es gritarle a Jesús: “¡Sálvanos que perecemos!” para que despierte y no nos deje naufragar. Pero a poco que meditemos, vemos que esa sensación de desamparo la hemos tenido los cristianos desde el primer siglo del cristianismo. Y sin embargo la barca sigue navegando… y seguirá. Los que se hunden son los enemigos. ¿Qué quedan, por ejemplo, de aquellos crueles perseguidores, los asesinos de la FAI, POUM, COMUNISTAS etc. que martirizaron a miles de católicos en España durante los años 1936, 1937 y 1938? Los que hoy evocan a aquellos asesinos, y les consideran héroes, les han dedicado plazas y calles de nuestras ciudades y pueblos. ¿De qué les vale si sus almas están en el infierno? Pasó la tempestad y la NAVE sigue. Chocaron contra ella y fueron ellos, los perseguidores y asesinos, quienes se hundieron.
Lo mismo ocurre ahora: los Soros y Cía, los Pedro y Pablo y Cía, los chavistas y Cía etc…ya saben su final. Como Hitler, Mao, Stalin y su inmenso séquito de sumisos adictos. También los que hoy atacan la Iglesia desaparecerán en el abismo infernal. ¡Qué pena recordar que una Ministra del actual gabinete filo comunista decía que “ella era una católica comunista”! Y eso que cuando ejercía parecía honesta y siempre amable, pero por sabia que fuera en leyes humanas tenía la mente ofuscada en lo relativo a la fe católica.
La Iglesia ha resistido tempestades muy superiores a la de ahora .Los falsos doctores desaparecerán. Los políticos morirán. De los herejes y apóstatas nadie se acordará, como hoy nadie se acuerda del infeliz Arrio. En realidad, lo que hoy sufre la Iglesia, en comparación con el pasado, no causa más que un leve mareo. Estabilidad y seguridad que da al cristiano el tener la Eucaristía y el amor maternal de María .Ningún cristiano tiene miedo. Gracias al miedo que tuvieron los apóstoles en el barca, nosotros hoy NO TENEMOS MIEDO.
Entonces, ¿ya no hay nada qué hacer? Nada, si somos prudentes. Es precio huir de la ciencia hostil, de las sectas impías, de los espíritus burlones, del espíritu del mundo que desnaturaliza el Evangelio, de las aspiraciones del bienestar natural que corrompe, y en especial de las concesiones imprudentes que traicionan nuestra Fe.
Si los miembros de la jerarquía se mundanizan, el mal irá entrando, la barca no se hundirá pero quedará inmovilizada no sabemos cuánto tiempo.
Jaime Solá Grané