Artículo del día

IMPUREZA

Written by Jaime Solá Grané

La impureza  consiste en un amor desordenado de los deleites carnales. Este vicio acomete a todo género de personas,  a los hombres y a las mujeres, a los pobres y a los ricos, a los jóvenes y a los viejos. De esos últimos es ejemplo trágico Salomón, aquel gran rey que pronunciaba oráculos de justicia y de sabiduría y que era la admiración de toda la tierra,  y que, por su desgracia, se abandonó a este vicio al final de su vida, de modo que nos es muy dudosa su salvación. Otro ejemplo tenemos en aquellos perversos viejos que quisieron corromper a la casta Susana. No hay ninguna edad ni condición en que no deba temerse este pecado, porque es muy fácil caer en él. San Juan Clímaco nos advierte: mientras estéis en esta vida no os fieis de ese lodo impuro  de que está compuesto vuestro cuerpo, ni tengáis confianza en él, hasta que os presentéis delante del tribunal de Jesucristo.

La juventud es más libre, más blanda y más susceptible del amor profano. La pasión dominante de los jóvenes es amar y ser amado, y esto basta para que se corrompan y perviertan; porque no es posible amar a las criaturas, sin exponerse a pecar con ellas, o a lo menos sin incurrir en la impureza de corazón de que habla el Evangelio: Quien mira una mujer con concupiscencia ya ha manchado su corazón. Mirar a una mujer no es pecado, pero sí lo es mirarla con mal intento.  Y  los jóvenes son inclinados a buscar compañías que les hagan reír, les agraden y les diviertan. La juventud no prevé los peligros ni se precave de ellos. Es apasionada a divertirse y disiparse y no procura huir de las compañías peligrosas y del pecado. También es más  frágil porque no teniendo experiencia  como las demás edades de la debilidad humana, cae más fácilmente en los lazos que le ponen los enemigos de su salvación. Por último es más insensible a la corrección y a los consejos que se le dan. Si no pecan con otros, pecan consigo mismos y se encenagan en el vicio infame que basta para perderlos y condenarlos.

Las causas más ordinarias de este vicio son la curiosidad, el orgullo, la ociosidad, el trato familiar y frecuente con personas de otro sexo, la lectura de malos libros, la embriaguez, el juego, los bailes y los espectáculos. La curiosidad es  en general la primera causa. La de los ojos consiste en mirar lo que es prohibido de ver. David se pasea en su galería, ve a una mujer que se baña y fija en ella su vista en lugar de apartarla. Esta mirada imprudente le condujo a un adulterio, que le dio que llorar todos los días de su vida. La curiosidad de los oídos se da  ante la complacencia en oír o tener conversaciones perversas, en cantar u oír cantar textos lascivos. Por los sentidos entra este vicio en el alma.

La ociosidad… Cuando pecó David era un tiempo en que no hacía nada cuando debía estar al cuidado de su reino luchando contra sus enemigos. Los sodomitas cayeron en su vicio abominable  porque nada hacían ellos y sus hijos: sólo pensaban en diversiones y en sus excesos. Quien quiera evitar las tentaciones de la carne debe amar el trabajo y ocuparse  útilmente. El demonio de la impureza se vence con la oración y la mortificación de los sentidos. Y la mortificación que a todos nos conviene es el trabajo, porque es la mortificación impuesta a t

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Jaime Solá Grané

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