Parece que estaba previsto terminar el templo de la Sagrada Familia en el año 2026, pero debido a la disminución de la afluencia de turistas y que la bolsa no se llena, fallará la previsión. Reflexionemos un poco sobre esto. Si cuando todo iba viento en popa, ante la cola de turistas para pagar y entrar, hubiera preguntado a algún responsable si aquella gran edificación se levantaba para alabar y dar gloria a Dios, me temo que la respuesta fuera: “¡Qué va! Es para seguir atrayendo más y más turistas”.
-. O sea, una atracción turística que se disfraza de templo católico.
-. Algo así. Los millones que se invierten son para conseguir una elevada rentabilidad. Usted comprenderá que si se hiciera un templo para rezar, no rendiría nada. Sería dinero perdido. El dinero que se invierte es para obtener beneficios.
-. Me temo que eso sea una forma de engañar. Las generaciones futuras pensarán “¡qué grandes cristianos fueron los barceloneses que levantaron ese Templo para la gloria del Señor! En realidad las engañamos. Este templo no es para gloria de Dios. Los que entren no van a la Casa del Señor, sino que van a satisfacer su gusto o curiosidad.
-. Y a mí, ¡qué me cuenta!. Hable con el Papa, con el Obispo…o mejor, ¿por qué no se calla? Es usted orgulloso y soberbio. ¿Quiere enmendar la plana al Papa que vino a consagrar el Templo y repartió la Comunión a reyes, políticos y grandes personajes?
-. Perdone una vez más. ¿Cuántos cristianos vienen aquí a la Misa, a hacer adoración al Santísimo…? ¿Vienen más cristianos que turistas?
Vinieron un par de forzudos vigilantes y me echaron a la calle.
Pero aún me queda fuerzas para transcribir el texto de san Bernardo: “Sí, tengo que estar callado pero clamarán los pobres que se mueren de hambre, y os dirán ¿por qué tanto derroche mientras estamos hambrientos? Es nuestra fortuna la que estáis dilapidando. Vosotros nos habéis robado lo que gastáis en bagatelas. Nosotros, lo mismo que vosotros, somos hijos de Dios, lo mismo que vosotros hemos sido redimidos con la preciosa Sangre de Cristo; por consiguiente somos vuestros hermanos. Entonces, ¿con qué derecho malgastáis nuestra herencia en objetos de vanidad?”
Si esto puede referirse a todo hombre, ¡qué responsabilidad la de los obispos y sacerdotes que manejan grandes sumas o que tienen edificios sin uso, o que invierten para obtener beneficios que no sirven ni para ayudar a la salvación de un alma!
Jaime Solá Grané