Los católicos siempre respetuosos con la Jerarquía, hasta llegar a ser tildada nuestra actitud por algunos como de «papalatría», sabemos que el Espíritu Santo vela en la elección de Obispos y Papa. Ello no nos priva de reconocer que desde su origen existe una auténtica lucha por el poder entre los más renombrados miembros del Orden Sagrado. Que el Espíritu Santo se valga a veces de intrigas y de acepción de personas para alcanzar su finalidad es algo que entra en el clásico aforismo que Dios saca bien incluso del mal.
Buena parte de los males de hoy pudieron tener su origen en el error de Juan XXIII al pactar con la URSS la no condena del comunismo en el Concilio Vaticano II, pacto de Metz que mantuvo Pablo VI y que sirvió a las huestes marxistas para introducirse en la Iglesia: cristianos anónimos, cristianos marxistas… Roto el dique, el católico podía votar a partidos marxistas, socialistas, fomentar el diálogo interreligioso, considerar la libertad de vivir en pecado como un derecho humano, considerar que el aborto no obliga al católico a abortar, considerar al divorcio como un mal menor etc, etc,…
Este grave error pastoral no altera el carácter personal de esos Papas que la Iglesia ha reconocido como venerables o santos.
Otro grave error de la jerarquía fue su apoyo constante a la Unión Europea, vanagloriándose incluso de que fueran católicos algunos de sus promotores como De Gasperi, Adenauer… Nunca ha dado buen resultado esta entrega de la Jerarquía a las veleidades políticas. Es cierto que en este tema se comprometió a fondo la influyente Institución Opus Dei. Conocí por aquellas fechas y trabajé con D. Rafael Termes tan honesto como errado en la promoción del Mercado Común Europeo. Fue el gran promotor del Banco Popular Español que en pocos días ha pasado, vendido por un euro, al europeísta Banco de Santander. Nadie duda de la laboriosidad, honradez e inteligencia de los prohombres del Opus, pero su obsesión por la economía y la política podía cegarles.
Los que en economía defendían la autarquía, los que en religión querían una Iglesia firme en sus dogmas y en su fe, sin cobardías como Mons. Guerra Campos, los que en el tema familia aborrecían del aborto, de la eutanasia, del divorcio etc, etc… quedaron pasmados ante el error, inmenso error, de verse vendidos por cuatro divisas a una Europa laicista y masónica.
Resultado todo de la ceguera y de la cobardía.
Jaime Solá Grané