Artículo del día

El Infierno existe… aunque yo no quiera.

Written by Jaime Solá Grané

No comprenderemos la existencia del Infierno si situamos nuestra salvación como fin de la creación.

El hombre es criatura de Dios para darle gloria. Este es el fin principal de nuestro existir. Y para cumplir este fin, ahora y eternamente, el hombre ha de salvarse. Sería un contrasentido pecar, o sea rebelarse en esta vida contra Dios para luego adorarle eternamente. Aquí está la explicación de que un hombre que viva habitualmente en pecado, no se salve… O nos adherimos al «non serviam» de Satanás, o al amor de la Magdalena. Día a día fraguamos nuestra eternidad.

El Infierno sólo ha sido creado para el que hoy, con sus actos, reniega de querer adorar a Dios.

Un obispo protestante anglicano acaba de tranquilizar a sus pobres ovejas: «El Infierno no existe, ni tampoco habrá Juicio Final», ha dicho. Es lo que queremos oír: que alguien nos asegure que nos salvaremos.

Sólo un pero… ¿Es esto lo que dijo Cristo, lo que han predicado los santos?

Lugar de tormento citado muchas veces en el Evangelio. ¿Quién no recuerda al pobre Epulón suplicando una sola gota de agua para ser aliviado?

San Leonardo de Puerto Mauricio declaraba: «Descubro en Dios un deseo vivo de salvarnos y descubro en vosotros una propensión suma a condenaros. Si hablo claro os disgusto, si no hablo disgusto a Dios… De los cristianos adultos, la mayor parte se condena, y el que se condena es por su propia malicia.»

Los que con falsa confianza y presunción abusan de la misericordia de Dios pueden recordar la vivencia de San Francisco Jerónimo, misionero jesuita, cuando el 12 de abril de 1706 estando en pleno campo bajo un gran olmo cubierto de hojas, miró a los campesinos que le escuchaban: «¿Cuántas almas creéis que caen en este momento en el Infierno? Pues bien, caen tantas como hojas de este árbol.» Y de repente, la mayoría de sus hojas cayeron al suelo.

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Jaime Solá Grané

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