Hoy que tanto se habla de amor, es cuando menos AMOR hay en la tierra.
Amor no es emotividad. De eso sí que hay y mucha.
Amor no es sensibilidad y sentimiento. De eso, el mundo está inundado.
Amor no es paz y tranquilidad, porque eso está fundado muchas veces en la conveniencia, no en la verdad.
Amor no es gozo y menos goce. Pueden ser fruto de un triunfo más o menos mundano.
Amor no es la dulce contemplación de la naturaleza ni la emoción de la belleza.
Podríamos seguir, pero más vale decir que AMOR ES UNION DE VOLUNTADES. Y por encima de todo, la unión de la voluntad del hombre a la de Dios, su creador. Amor es la fusión de voluntades. Y a imagen del Amor a Dios, es el verdadero amor entre esposos, el paterno-filial, el fraternal que alcanza a ver a todos los hombres como hermanos.
Entendido así el AMOR comprenderemos que lo que habitualmente llamamos “amor”, sólo son efectos de la unión de voluntades: la abnegación, el aguante paciente, el sacrificio, el servicio, e incluso la magnanimidad de la reintegración (perdonar y devolver al otro el afecto y bienes que perdió al ofender).
Por esto es tan fácil amar a Dios: uno no tiene que complicarse la vida anhelando sentimientos que pueden ser muy buenos, pero que muchas veces no se tienen. Basta querer hacer siempre la voluntad de Dios. Esto es amor.
Jaime Solá Grané