Cuando aplicamos a un cristiano este refrán, ¿pretendemos acaso injuriarle? O cuando le decimos: “No podía usted caer más bajo”, ¿pretendemos situarnos por encima de él?
Lo saben bien los agricultores y jardineros que hay hierba “mala”, que crece y que por mucho que se quite, siempre reaparece. De ahí el refrán. Pero esta hierba mala no necesita cuidados ni precisa el dinero que cuesta mantener un césped. Y en cambio también sirve. Somos cristianos, ¿cree alguno que en el Huerto de Getsemaní había un césped bien cuidado? ¿O que el desierto donde pasó Jesús cuarenta días de ayuno, estaba lleno de flores y vegetales cuidados y armoniosos o más bien que la poca vegetación era de hierba mala? La tan denostada hierba mala fue la que recogió el sudor de sangre divina en Getsemaní; y la que le acompañó en el desierto. Luego, la conclusión es patente: la hierba mala no debe ser tan mala. Y cuando recibimos esta expresión, debemos agradecer que nos sitúen en la utilidad que la hierba mala dio al Redentor.
Y si un cristiano recibe la admonición de que ya no puede caer más bajo, debe pensar cuán cierta es. Se le dice que ya no puede descender más. Y ¡cuántas veces deberíamos recibir con alegría esta evidencia para intentar resituarnos! Solo conociendo que estamos abajo podremos pensar que debemos intentar subir.
Es una suerte ser mala hierba y recibir la Sangre de Cristo. Es una suerte estar abajo para, con la gracia divina, empezar el camino de subida.
Jaime Solá Grané