A menos religión más libros de auto ayuda, a menos sacerdotes más psicólogos y psiquiatras. ¿A qué se debe el fenómeno? A que los cristianos, empezando por los pastores, no saben trasmitir la doctrina de Cristo. Y menos, ponerla ellos en práctica.
Empiezo con un ejemplo. Una joven practicante, pero llena de enfermedades, tiene la sensibilidad a flor de piel y le duele cualquier agravio por pequeño que sea. Un día va y se acerca al confesionario. Se explaya y el cura muestra gran comprensión y paciencia. Sale maravillada de lo bien que ha sido atendida. De nuevo, con optimismo enfrenta el día. Unas semanas después acude de nuevo al mismo sacerdote. Pero el guardián tiene orden de no dejarla entrar. No quisiera hacer un juicio temerario pero mucho me temo que el sacerdote, al terminar la primera vez, debió pensar: “Una vez y no más…” ¿Habría hecho Jesús lo mismo? Claro, que razones siempre hay. “Me ocupa demasiado tiempo”, “No es mi especialidad, que vaya a un psiquiatra…”
El sacerdote en vez de consolarla a nivel humano y sentimental, tendría que infundir en el alma apesadumbrada la fuerza de la Verdad de nuestra Religión. Una Religión, tomada en serio, no es efectista, ni afectista ni menos emotiva. Una religión que tiene en sí medios suficientes para cubrir todos los anhelos y deficiencias. Como escribió Kolb : “La razón de todas nuestras amarguras es la ausencia de Dios en nuestra vida, nuestro desconocimiento de ÉL”
Acabamos fiándonos más de consejeros matrimoniales que no saben n i el ABC de la doctrina cristiana, que de las palabras de Cristo.
Jaime Solá Grané