“Vendrá un tiempo en que les será insoportable la sana doctrina y con el deseo de oír novedades a medida de sus concupiscencias, desviarán sus oídos de la Verdad y los aplicarán a los cuentos” (Tim. 4-3/4)
Y el Apocalipsis en su parte final exclama: “Afuera los perros y los hechiceros, y los fornicarios, y los homicidas, y los idólatras y todo el que ame y obre la mentira” (22-15)
La sana doctrina dice: NO MATARÁS. Pero los “perros” dicen: se puede matar a un niño en el vientre materno en cualquier momento, e incluso un minuto antes de su nacimiento. Y si un hombre está cansado de vivir puede pedir la muerte y se la darán sin problema.
La sana doctrina dice: NO MENTIRAS. Pero los “perros” dicen: todo hombre puede mentir a su conveniencia, por su interés. Nadie está obligado a decir la verdad; y además ¿qué es la verdad?
La sana doctrina dice: NO ADULTERARÁS, NO DESEARÁS LA MUJER DE TU PRÓJIMO. Pero los “perros” dicen: cada uno es dueño de su cuerpo y puede hacer lo que quiera. El divorcio es lícito . No hay matrimonios “para siempre”. Adulterio… ¿qué eso de adulterar? Si no eres feliz con tu pareja, búscate otra. Y a vivir que son dos días.
La sana doctrina dice: NO BLASFEMARÁS, NO TOMARAS EL NOMBRE DE DIOS EN VANO. Pero los “perros” dicen: Dios no existe y si existiera una blasfemia, un reniego contra Él no le alcanzaría. Si existiera, sería tan poderoso y grande, que un ser humano por iracundo que blasfemara, no le haría ningún daño.
La sana doctrina dice: SANTIFICARÁS EL DÍA DEL SEÑOR. Pero los “perros” dicen: nos bastan los hechiceros y magos para adivinar y guiar nuestro futuro .
La sana doctrina dice: TODO SE REDUCE A ADORAR A DIOS, SERVIRLE Y HACER SU VOLUNTAD. Pero los “perros” dicen: el hombre no tiene que inclinarse ante nadie. Solo hay un dios: el hombre. Y un derecho supremo: su libertad, que le permite hacer todo lo que se le antoje.
Pero los “perros”, como afirma el Apocalipsis, serán echados en el lago de fuego eterno en compañía de los hechiceros, de los fornicarios, de los homicidas, de los idólatras y de todos los que obren la mentira.
Jaime Solá Grané