El ecumenismo empezó siendo un movimiento para la unidad de las iglesias cristianas, con la idea de que, a través del diálogo, se volviese a la unidad deseada por Cristo. Pero pronto se convirtió y es ahora un movimiento que engloba todas las religiones con la finalidad de que no haya más discordias entre ellas y convivan en paz. El objeto final no es ya la unidad de los miembros de Cristo dentro de la Iglesia, regida como Cabeza por el Hijo de Dios e instituida por Él, sino la convivencia en paz.
Proselitismo cristiano es el afán con que un cristiano promueve acciones para conseguir ganar adeptos a la Fe y doctrina de Cristo. Si el cristiano cree honestamente que está en la Verdad y que el Hijo de Dios se hizo Hombre, que vivió enseñando el Camino para tener Vida Eterna, y que murió por y para la salvación de todos los que creyeran y vivieran conforme a esta Fe y Doctrina, ese cristiano es lógico que quiera que todos los hombres se hagan cristianos sinceros. Su empeño chocará con otras religiones contrarias a la Fe y Doctrina cristiana y entonces le quedan dos caminos: callar y convivir en paz, objeto del actual ecumenismo, creyendo que con esto ya se hace la voluntad de Dios, y que es suficiente para la salvación, o sacrificarse por la Verdad y sufrir todos los inconvenientes de ser un auténtico cristiano.
Por desgracia, hoy se prohíbe el proselitismo en beneficio de la convivencia en la paz del error y de la mentira. Debemos, pues, clamar para que el cristiano se enamore de la Verdad. Sabiendo que este amor le llevará a la soledad, a la calumnia, a la marginación, pero que al fin podrá decir: “He amado la Verdad, he odiado la mentira, por esto muero desterrado”, cambiando los términos de la célebre frase de Gregorio VII.