A raíz de la pandemia parece que el Cardenal de Barcelona ha ordenado que se dé la Sagrada Hostia en la mano y no en la boca. En otras muchas diócesis de España los Obispos han procedido de igual forma. Han sido muchos los laicos y sacerdotes que de alguna forma se han opuesto a esta orden episcopal basándose en una Instrucción superior del Papa Benedicto XVI que afirmaba el derecho de todo cristiano a comulgar en la boca.
La cuestión se centra en la reverencia que debemos al Señor en la comunión. Parece que es más reverente recibir la Sagrada Forma en la boca que en la mano; por la misma razón, antes de la pandemia, muchos cristianos recibían la comunión en la boca y arrodillados.
Entiendo que cualquier esfuerzo es poco para recordar al cristiano que recibir la comunión es recibir el Cuerpo, Alma y Divinidad de Jesucristo. Por tanto, de entrada tiene que parecer bien todo esfuerzo para conseguir que el comulgante se presente con suma reverencia ante el insondable beneficio que representa la comunión.
Pero es preciso bajar a los hechos. Ayer en la santa Misa, pude observar claramente que una señora, algo descubierta de ropa, estaba en la fila de los comulgantes y llegado su turno, de pie, mantuvo ostensiblemente las manos a la espalda exigiendo la comunión en la boca. El sacerdote se mantuvo impasible hasta que la señora se fue sin comulgar. Mi primera reflexión es: si tanta reverencia tiene ¿no podría haberse vestido algo mejor para participar de la Santa Misa y de la Eucaristía?
Esta anécdota me ha hecho escribir este artículo. Es cierto que, al rebajar exigencias, el cristiano va perdiendo la delicadeza y acaba recibiendo el Cuerpo de Cristo sin apenas reverencia. Pero es la Iglesia la que tiene el derecho de fijar las cuestiones litúrgicas y valorar la oportunidad de las normas- Por ejemplo, antes del Concilio Vaticano II, ya el Papa Pío XII alivió mucho el ayuno eucarístico que empezaba desde las 0 horas del día. Y no se ha resentido la reverencia. También era costumbre en los templos situar las mujeres a un lado y los hombres en el otro. Ahora mismo, veo que religiosos y sacerdotes que asisten a la Santa Misa permanecen de pie en la Consagración, o que pasan delante del Santísimo Sacramento haciendo una simple genuflexión…No digo que esto esté bien . Sólo afirmo que LA REVERENCIA a Dios no pueda quedar encuadrada en hábitos por buenos que sean. Lo lamentable es que se mantenga un hábito y a la vez se demuestre que no se tiene ninguna reverencia al Señor que se va recibir como en la anécdota vivida. O que se reciba arrodillado y en la boca y falte tiempo para salir corriendo del templo terminada la Santa Misa y hablando con el compañero.
Personalmente me siento mejor si la Santa Misa dura tres cuartos de hora y se reza el Canon Romano. He felicitado al sacerdote cuando veo que no tiene prisas y reza este Canon. Me complace poder recibir la Santa Hostia en la boca. Pero, creo, que lo que importa es la reverencia que implica, en primer lugar, la obediencia al Obispo en algo que es de su competencia. Y si la Santa Misa dura 20 minutos y se impone la Comunión en la mano, pues…ESO es la voluntad de Dios en mi caso. Creo que todo lo demás es dar humo a la propia personalidad.
Jaime Solá Grané