Hará unos sesenta años se empezó a hablar del Mercado Común Europeo. Habían entrado en el Gobierno destacados miembros del Opus Dei, entre ellos D. Alberto Ullastres, y empezaba la apertura a Europa. Mi amigo D. José María Lacalle publicaba en 1966 un libro importante: EL NEGOCIO DE LA EXPORTACIÓN y los financieros y empresarios más avispados acudían al IESE que despuntaba como escuela de negocios con profesores tan importantes como D. Rafael Termes. Europa era la esperanza para abandonar la autarquía que había predominado en la época franquista. Europa era el gran mercado para los productos españoles, especialmente los agrícolas y textiles. Lo que vino después ya es conocido: se formó la Unión Europea y un mercado único.
Lo que no habrían podido imaginar aquellos intrépidos empresarios de los años sesenta y menos los profesores del IESE de entonces, es que Europa les fuera a regalar dinero, ni para sus empresas ni para el Gobierno. Pues eso es lo que acaba de ocurrir sesenta años después. 72.000 millones de euros que Europa se ha comprometido a regalar a España. Aquellos empresarios sabían lo que era un crédito a devolver con sus intereses; comprenderían que España puede necesitar, como si fuera una empresa privada, un crédito para ser devuelto en tiempo y forma. Pero no entenderían eso de un REGALO.
Es cierto que en el mundo empresarial también hay regalos pero son forzados; cuando una empresa quiebra, sus acreedores se quedan sin cobrar. Pero esta quita nada tiene de generosidad. Aquellos profesores de los años 60 podrían entender que ahora España está quebrada y por esto Europa se ve forzada a regalar, a despecho, tan enorme millonada. Pero nadie ha querido reconocer que España estuviera quebrada. Vean como el Sr. Sánchez, Presidente del Gobierno, fue recibido al regresar de Bruselas por todos los ministros: grandes aplausos. Se felicitan que Europa haya regalado tan portentosa suma, gratis et amore. Pero bien pensado, es cierto que el conseguidor de tan gran regalo bien merece unos aplausos.
Un regalo tan inmenso bien vale unos aplausos destinados al agradecimiento para que sigan por el mismo camino, pues parece probable que vamos a necesitar más regalos.
Jaime Solá Grané