El triunfo del demonio no es un triunfo aparente, sino muy real, por desgracia. Opera bajo una táctica precisa para conseguir el fin que tan airadamente busca: la perdición eterna de los hombres. El demonio es soberbio pero no vanidoso: por esto deja que no se crea en él, que se le ridiculice en fiestas populares, en monigotes… de forma que muchos crean que el demonio es una invención para espantar a los niños o para divertirse, más que una realidad.
Decía Revignan que «la jugada más genial de Satanás es el dejarse negar». Convertir en pasatiempo todas las realidades malignas para que, cuando se nos presente la gracia del temor en Dios que nunca falta, no la tomemos en serio.
Muchos cristianos no sólo niegan a nivel práctico la existencia del demonio sino que incluso a nivel de principio. A raíz del estreno de la película «El exorcista», rara fue la revista o periódico que no escribió un artículo sobre el demonio. Estábamos en la década de los años 70. La revista holandesa de gran tirada EL SEVIER reprodujo una conversación sostenida con el teólogo E. Schillebeeckx en que negaba de la forma más clara este importante dogma católico. Decía: «El hombre se plantea el problema del mal. Sabe que de muchos sufrimientos y males no se puede echar la culpa a los hombres (por ejemplo, el caso del ciego de nacimiento). Como cristiano tampoco puedo culpar a Dios. Así se crea una «capra expiatoria» y se llama Satanás. Antiguamente se entendía a Satanás ontológicamente como una persona. Pero con esto no se resuelve el problema, sino que se lo pospone. La pregunta sobre la existencia del demonio es teológicamente insoluble».
En noviembre de 1972 el Papa Pablo VI declaró que quien negase la existencia del demonio quedaba fuera del terreno y de la doctrina eclesiástica y bíblica. A pesar de que ésta ha sido la constante del magisterio de la Iglesia frente a tan importante dogma, los teólogos rebeldes arguyen que el demonio no aparece en el Credo y dan a la declaración dogmática del IV Concilio de Letrán una interpretación peculiar: que en dicho Concilio sólo se pretendió negar la existencia de un mal absoluto, o sea la condena del maniqueísmo.
Aquella siembra de herejías ha causado abundante cosecha en la Iglesia: muchas son las revistas escritas y editadas por sacerdotes y religiosos que han asumido el deseo de Satanás de no sólo pasar desapercibido, sino de ser explícitamente negado. Y aunque es más difícil que esta herejía se predique en homilías dominicales, la táctica ha sido no nombrar al demonio. Lo cierto es que en las conversaciones particulares se insinúa, se pone en duda, se ironiza sobre su existencia. Es así como en el mismo seno de la Iglesia triunfa el demonio en su táctica de trabajar sin ser impedido. Porque ¿quién va a luchar contra lo que no existe?