En el momento de la Misa en que se culmina el Sacrificio incruento de Jesús para la glorificación del Padre –la Consagración- se puede observar que muchos fieles se arrodillan mientras que bastantes permanecen de pie, casi siempre los que ocupan los primeros puestos.
Es muy instructivo lo que explica C. Spicq en su conocido libro Vida Cristiana y peregrinación: “Para los cristianos, permanecer y aparecer de pie delante de Cristo es símbolo de una inocencia guardada en todas las batallas escatológicas y testigo de una existencia cristiana triunfante”. Supongo que los que se mantienen de pie en la Consagración son conscientes de que no han cometido nunca un pecado que los haya separado de Cristo, o sea que han mantenido la inocencia bautismal. Por el contrario, los que nos arrodillamos y ocupamos los bancos posteriores, somos conscientes de las veces que hemos pecado mortalmente y por eso debemos mantener esa postura.
Al descubrir admirable texto de C. Spicq me ha hecho recordar que también la Virgen María estaba de pie en el Calvario, mientras que la gran pecadora Magdalena, esta postrada al pie de la cruz donde estaba el Hijo de Dios crucificado.
Jaime Solá Grané