Con ocasión del Día de la Mujer, el excelente Obispo Mons. Munilla en un mensaje transmitido a través de Radio María, hizo una exposición de la misión/función de la mujer en la sociedad, totalmente de acuerdo, por supuesto, a la doctrina de nuestra Iglesia Católica. ¡SI POR LO MENOS CREYESEIS EN EL DEMONIO! (2)
Parece que el mensaje molestó a una gran mayoría de españoles.
El responsable máximo de los socialistas de este País, España, se sintió llamado a responder al Obispo con una fuerte diatriba. Y muchos le jalearon.
Durante la Segunda República, y antes también, la lucha de los políticos contra nuestra Iglesia, llevaba a consecuencias fatales: quema de templos, conventos, comunidades religiosas… hasta asesinatos masivos. La estrategia, ahora, ha cambiado. No se destruyen templos ni se asesinan católicos. El Poder político, en general o sea casi todos los políticos, han decidido propugnar, bajo el amparo de la democracia (“el pueblo lo quiere”), leyes directamente contrarias a la Moral católica y sancionar su incumplimiento con penas de prisión y fuertes multas. Tienen a su lado la judicatura, cuya función es ejecutar las leyes, no discutirlas. Saben, pues, que están bien protegidos en sus apetencias anticatólicas: el Pueblo lo quiere y los jueces obedecerán. Los ejemplos van desde la protección de actuaciones antinaturales hasta la defensa del aborto. Parece que todo lo que va contra la Moral católica es válido.
Como no creen en Dios tampoco creen en demonios, de los que son, inconscientes, leales servidores.
Deben autoprotegerse estableciendo nuevos delitos y multas porque saben que no les ayudará ni Dios ni el demonio. ¡Si por lo menos creyeran en él! se les podría decir: “contra los católicos que defienden la vida y la naturaleza, dejad que sea el demonio, que baje él y se vengue de esos católicos que le hacen la contra. Fuerza tiene el demonio por sí mismo. No os necesita para barrer a los católicos que exaltan la vida, la familia, la función de la mujer y la naturaleza”.
Pero como no creen en el demonio que haga, por sí y ante sí, la defensa del mal, ellos se han prestado a hacerlo en nombre del HOMBRE.
Alguien, en una especie de argumentación ad hominem me dirá: “pues, usted, católico, que cree en Dios, ¡deje que sea Él quien se defienda!” Algo de razón tiene, sí, señor. Dejando a un lado que un católico como yo socialmente no tiene más fuerza que su palabra, a diferencia de la clase política que tiene toda la fuerza, algo de verdad hay en su objeción. Dios se basta y sobra para defenderse por sí mismo. ¿Quiere algunos ejemplos?
Los jóvenes por muy bien preparados que estén, si encuentran trabajo está tan mal retribuido que no pueden ni formar familia; los cuarentones que pierden su trabajo, ¿dónde lo encuentran, teniendo mujer e hijos que mantener?; los ancianos y pensionistas viven dramas desconocidos, muchísimos en soledad… No pensemos que Dios sólo castiga con guerras… Dios es misericordia pero también justicia.