Escribió el gran católico José de Maistre en «Veladas de San Petersburgo»: «Los anales de todos los Pueblos, en un grito gigante, nos demuestran como el azote de la guerra hace estragos siempre con violencia rigurosamente proporcional a los vicios de las naciones, de suerte que cuando hay desbordamiento de crímenes hay siempre desbordamiento de sangre».
La guerra es, por excelencia, el cumplimiento de la ley del dolor que, en la tierra, afecta a TODOS sin distinción. Dios es misericordia, pero también JUSTICIA.
Todos los Estados de la Tierra están convulsos. Divididas las naciones. Por ejemplo, en España y más concretamente en Cataluña ha triunfado la división. Primero se enseñó a los niños la antipatía hacia el resto de España, después la aversión y ahora el odio; y, por desgracia, revestido todo de un manto de bien, de justicia y de igualdad.
Es posible que, como afirma De Maistre, haya desbordamiento de sangre porque antes ha habido desbordamiento de ofensas a Dios. Es una especie de ley psicológica: del amor a Dios se deriva el amor a los hombres; del odio a Dios -pecados, vicios…- deriva el odio a los hombres, especialmente a los más cercanos.
Esta división se salda con la muerte de cada hombre. Así como junto a la Cruz de Cristo en el Calvario morían dos ladrones, uno con muerte santa y buena, y el otro con muerte horrible, así el Buen Ladrón representa al hombre que HOY puede arrepentirse y trocar el odio en AMOR, mientras que el MAL LADRÓN seguirá HOY Y MAÑANA representando a los que quieren seguir incrédulos, blasfemos y odiando hasta morir.
Jaime Solá Grané