«Predique usted sobre el Sagrado Corazón y hará maravillas»; no sé de dónde me viene este recuerdo.
El Corazón de Jesús es materialmente carne y sangre de María, Virgen y Madre, animado por el alma humana que le infundió el Espíritu Santo, y unido hipostáticamente a la Persona del Verbo.
Es el Símbolo -signo sensible- del Amor de Dios a TODOS los hombres. Es el gran esfuerzo que hace Dios para hacernos creer que ÉL NOS AMA; para que creamos en su amor INFINITO.
Cuando queremos infundir confianza, hablamos de que Dios es Padre y nos referimos a «la piedad, la misericordia, la bondad de Dios…» Pero el AMOR es mucho más que eso. «Un día, en las profundidades de su eternidad, Dios vio al hombre, se prendó de él y cayó bajo su encanto; le ha amado con pasión, con exceso, hasta la locura. Ese es el resumen de todos los libros santos y de toda la enseñanza de la Iglesia» (Mons. Bougaud)
Por tanto no digamos: «Somos pecadores y ya Dios tiene piedad, compasión del hombre». Dios no siente compasión por el hombre, sino AMOR. Mucho más que piedad. Por esto, si es verdad que «amor con amor se paga» el hombre debería responder: «Somos pecadores, pero no queremos serlo». El pecador quiere la compasión divina mientras que el amor aspira a no ofender ni defraudar a Dios.
No tengamos miedo a poner el listón muy alto: el amor de correspondencia al amor del Sagrado Corazón. Es extraño pero este listón tan alto lo saltan fácilmente los niños, los pequeños… Seguramente no entenderán las tesis sobre la omnipotencia, la omnisciencia o la absoluta bondad divinas, pero comprenden sin dificultad el amor del Corazón de Jesús formado de Carne y Sangre de María.
Jaime Solá Grané