«Cuando al día siguiente de las persecuciones sangrientas subió al trono Constantino, y extendiendo sobre la Iglesia su manto de púrpura, con los honores introdujo en ella, sin saberlo ni quererlo, un principio de enfriamiento… y habiendo cesado las persecuciones penetró poco a poco en la Iglesia el viejo sensualismo pagano que puso en peligro el espíritu de sacrificio». (Bougaud).
Medito sobre el Amor divino en la madrugada de San Juan. Después de la locura de la verbena, el silencio lo llena todo. Observé que en la santa misa vespertina ya había mujeres mal vestidas, con trajes adecuados para el Infierno. Para no perder tiempo se habían vestido -es un decir- para las sensualidades próximas… Y me vino a la memoria los incontables mártires del trienio rojo. ¿Somos nosotros los hijos de aquellos cristianos? Hemos regresado al más refinado sensualismo pagano. España ya no es cristiana: tiene un barniz, pero solo es eso, una pintura cristiana.
He comprobado que los hombres de mi generación, niños durante la guerra civil, han olvidado la restauración católica. Nuestros hijos, y especialmente los nietos, viven en parejas de hecho, en matrimonio civil, se divorcian, toman la píldora abortiva etc… y nosotros lo aceptamos todo tan «naturalmente» y escucho comentarios como este: «Sí, vive en pareja y ahora nos han invitado para celebrar esto o aquello…»
La causa de que España pase de «no cristiana» a «anti-cristiana» la tenemos los católicos que hemos dado prioridad a la añadidura antes que al Reino de Dios. Cuánto error en la idea de que solo se valora lo que se paga y por tanto «¡a cobrarlo todo!» ¡Cuánto error en “valorar económicamente mis servicios” y no tener Voluntarios más que para dar el tiempo que sobra!…
No lo duden: la persecución pondrá las cosas en su sitio.
Jaime Solá Grané