Me informan de que un médico de Barcelona, rondando ya los setenta años, recién enviudado, en menos de seis meses ha sido ordenado sacerdote. Su edad no ha sido obstáculo. Recuerdo, por el contrario, que un Obispo no quiso a un viudo, viejo, también sobre los setenta por esta razón: era demasiado viejo. Aunque al no conocer a fondo el caso, también habría podido ser una excusa del Obispo para no herir susceptibilidades. Sea lo que fuere, lo cierto es que lo que importa es el llamado del Obispo. En su decisión está la voluntad de Dios ya sea un joven o un viejo el que se ofrezca.
Pero no podemos privilegiar al joven por serlo ni despreciar al viejo cuando se trata de la llamada del Señor al sacerdocio. Es Dios quien puede llamar cuando quiera.
Conozco una parroquia muy importante de Barcelona servida solo por dos sacerdotes: el Rector de más de setenta años, y el adjunto de unos 86 años, con tres misas los días de la semana y cinco los festivos. Creo que son sacerdotes que esperan ser jubilados por Dios…
El caso citado de la reciente ordenación me reafirma en la tesis que he expuesto a menudo: que los obispos no desprecien a los viejos viudos, obsesionados como están solo por la juventud. Llámenles para que acudan al sacerdocio. No esperen que se les ofrezcan… y si se ofreciesen alejen de su mente la idea de que buscan una asistencia económica o social para su vejez. Apliquémonos todos rectamente el refrán: «Piensa BIEN y acertarás”.