Los cristianos no podemos pensar que el Evangelio de Cristo pueda acomodarse a las exigencias del mundo. Vamos a enumerar unos pocos ejemplos.
El divorcio está claramente prohibido por Cristo, Hijo de Dios. Si un divorciado se junta con otra comete adulterio. Está en pecado, vive en pecado.
El aborto y la eutanasia van directamente contra el Gran Mandamiento de NO MATAR. La vida es un bien porque es de Dios, y el hombre no puede disponer de ella.
El uso del sexo fuera del matrimonio es ofensa grave a Dios, aunque haga mal uso el 99% de los hombres.
El desnudismo, entiéndase bien, la forma inmodesta en el vestir, que se observa en calles e incluso templos irrita a Dios. Pecado grave en quien da el escándalo pero también en quien debiera impedir el acceso de estas personas indecentes en templos.
El homosexual no puede realizar los actos propios de esa condición si no es bajo pecado. San Pablo, el Apocalipsis, toda la Santa Biblia lo ratifican. A nadie le es lícito confundir la dignidad de la persona con los actos.
No seguimos. Pero nos preguntamos: ¿Por qué tanto miedo a hablar claro? ¿Por qué no se habla del pecado y del Infierno eterno?
La respuesta parece ser esta: el 99% de los hombres no están preocupados -ni ocupados- por la salvación eterna de sus almas.
Jaime Solá Grané.