Es la hora de la Justicia de Dios.
Todos nos llenamos la boca de «la misericordia de Dios», para seguir con el quebrantamiento diario de los mandamientos divinos.
¡Y cuidado, qué nadie nos hable de la Justicia divina!
HOY SE HAN CONDENADO A UN INFIERNO ETERNO:
Los muertos de hoy, políticos y funcionarios corruptos que se han confesado, que han recibido la Bendición Apostólica etc. pero que no han devuelto lo robado. En su vida se declararon católicos ¡I tant! Iban a misa los domingos y fiestas de guardar; decían “Señor, Señor…” pero no devolvían lo robado.
Los jueces que han firmado sentencias injustas, prevaricadoras y nunca se les ha ocurrido que tenían que resarcir por el daño causado. No les han valido las absoluciones ni los viáticos. En su soberbia se creían intocables.
¡Qué sorpresa morir, ser juzgado y condenados al infierno!
Los directores de Colegios «muy religiosos» -de Ordenes e Instituciones eclesiásticas- que han permitido, o no se han dado por enterados, de que las alumnas iban con uniformes indecentes, ¡SÍ!, INDECENTES, entérense. Se han callado por temor a… Bien, quizá han ganado dinero pero han perdido su alma. No vale el arrepentimiento porque el daño causado no ha sido reparado. Y ahora, una vez muerto y condenado, el nuevo director apoyando las falditas cortas. «¡Si sólo son unas niñas!” Ja, ja, ja…
Los padres, tan buenos, de misa diaria o dominical, que dejan a sus hijos pequeños delante del televisor o que en su «sagrado» ordenador pulsen p o r n o g r a f i a u otro equivalente. ¡Qué bonitos son con su cara inocente pero con el alma podrida! Luego comulgarán, rezarán «el rosario», se encomendarán al ángel de la guarda etc. También los padres de estos niños se han condenado al infierno eterno.
Los sacerdotes que han repartido el Cuerpo y Sangre de Cristo, sin ningún discernimiento, a todo el que se acercaba a comulgar aunque fuera medio vestido. ¿Ha intentado conocer al que se acerca a comulgar para saber si está preparado? Para que un mayor sea bautizado o confirmado se le exige una preparación. Para comulgar, ninguna. Así, el sacerdote condenado hoy al Infierno, lo está también por haber colaborado en un coladero de sacrilegios.
¿Vale la pena seguir?
¡Y eso que he hablado de los buenos cristianos! No he citado ni Polanco, ni siquiera a los dibujantes de Charlie Hebdo!
Es hora de hablar algo menos de la misericordia de Dios -que todo lo acepta, que con todo se complace ¡pues somos sus hijos, buenos y malos!- y fijarnos de una vez en la terrible Justicia de Dios, quien para vencer el pecado y al demonio, no dudó en exigir que su Hijo, el AMADO, fuera crucificado brutalmente. Mientras nosotros ¡a pecar! que el Buen Dios ya nos tiene perdonados por su infinita misericordia.
Jaime Solá Grané