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PEDIR EL CASTIGO DE DIOS

PEDIR EL CASTIGO DE DIOS contra los que nos hacen daño, en este mundo, no es un acto de venganza, no es falta de misericordia, sino todo lo contrario, es un inmenso acto de caridad.

VAMOS AL HECHO:

Un empresario pone su confianza en una persona hasta el punto de entregarle contratos o recibos sin haberlos cobrado. El empresario, auténtico cristiano, cumple lo que el Señor dice de ser sencillo como palomas, pero falta por no ser prudente, avispado, desconfiado como la serpiente.

La persona indigna se aprovecha y pleno conocedor de los negocios del empresario, urde una trama, con lo que, al fin, el empresario no solo sale estafado sino querellado, presentándose el estafador como víctima. Bien asesorado por un abogado, el perverso infiel consigue una sentencia inicua e injusta de una jueza que confirma como buena la trama maliciosa. Y trata al empresario como un criminal.

ANTE DIOS:

El empresario condenado perdona una y otra vez a los tres siniestros personajes: autor, abogado y jueza. Quiere seguir siendo un cristiano como exige Cristo. Pero me consulta si, además de defenderse por vía recursos, puede pedir a Dios un fuerte castigo contra la maldad de aquellos seres. O, por el contrario, debe conformarse con el TRIUNFO DEL MAL.

MI CONSEJO:

Que haga como san Pablo cuando se enfrenta al Mal. (1ª Cor.5/ 1-5) «Con el poder del Señor nuestro Jesús entregue a ese tal a Satanás para perdición de la carne, a fin de que el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús». Pida, pues, encarecidamente a Dios un fuerte castigo para estos tres personajes, para que bajo el peso del dolor, reflexionen y puedan pedir perdón a Dios y reparar el Mal que han hecho. Y en cuanto a usted, no se fíe de nadie en este mundo. Para muchísimas personas vale el dicho de Baudelaire: que su placer supremo reside en la certeza de hacer el Mal.

CONCLUSION:

No nos quedemos atontados como si el Mal tuviera la última palabra. Como en el Antiguo Testamento, pidamos al Señor que llene de castigos temporales a los malvados hijos de Satanás para que reflexionen y pueda «su espíritu ser salvo en el día del Señor Jesús».

Jaime Solá Grané

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