Hace años su autor me confió para su publicación un guión llamado «El juicio de Lieja», un cuadro dramático sobre la falta de caridad’ que hay en el mundo.
-. No es un drama ni una tragedia, es un esperpento, algo ridículo, exagerado, me dijo.
El texto ha dormido en el cajón de los olvidos unos cuantos años. Siempre creí que no encajaba en la línea de Noticias Cristianas, colección destinada al fomento de la piedad cristiana para personas sencillas.
¿Por qué ahora he decidido publicarlo?
Su autor fue un hombre angustiado por el tema de la maldad que hay en el mundo. «La mía, la primera», decía. «Yo soy parte de la maldad», reconocía. Él era, pues, no un efecto o víctima del mal que hay en el mundo sino una de sus muchas causas. Nunca quería juzgar a los demás «porque la maldad empieza en mí. Sí, veo que otros hombres también hacen el mal pero no conozco sus intenciones».
Como consecuencia de su convicción apenas creía en la caridad. Le costaba admitir la bondad de Dios ante tanta injusticia, dolor causado por la malicia humana. En vano se le hablaba de Jesús Crucificado, de los Dolores de la Virgen María, de los enormes sufrimientos de los mártires. Todo confirmaba para él, la tesis de que la bondad divina era incompatible con el dolor, causado por la maldad.
Hasta que un día descubrió la terrible fuerza demoledora del pecado. Solo meditando el pecado pudo alcanzar a comprender un poco el sentido del dolor.
«El juicio de Lieja» está escrito en una época en que el autor clamaba por la «necesidad de romper el Padrenuestro»; no entendía que el Buen Padre Dios hiciera sufrir tanto a «sus pequeñas criaturas».
Quizá este librito, de escaso valor literario, nos haga comprender el dolor de los que no entienden el dolor que hay en el mundo. Yo espero que Dios, Padre de Bondad, se apiade del alma de su autor.
Jaime Sola Grané.