Un joven bueno y servicial se rió con sonrisa franca cuando le repetí aquel antiguo proverbio indiano: «no golpearás a una mujer ni siquiera con una flor».
A mi edad comprendo la burla del joven. Se ha insistido tanto en la igualdad entre hombre y mujer, se ensalza el predominio de ésta como jefa, jueza, policía, política etc… que la frase transcrita suena a ridícula o trasnochada.
Sin embargo, creo que necesitamos hablar con ternura, demostrar que ser cariñoso y afable no es una debilidad sino una virtud. ¡Se habla tanto, y con razón, de la violencia de género!
Pero ¿qué transmiten los Medios de Comunicación social? Películas violentas, westerns, luchas entre mafia y policía, escenas de sadismo, libertad de sexo, de aborto, guerras, coacciones, chantajes… en fin, nos muestran la violencia de todo tipo. Añadamos a ello los bailes con actitudes violentas, los cantos obscenos, la llamada libertad de expresión para insultar bajo la protección del humor… y, por desgracia concluiremos que la violencia de género es una consecuencia.
¿Qué se ha hecho de la ternura? Ya nadie lee a nuestros poetas de la Edad de Oro, ni a Gabriel y Galán, ni siquiera a Nervo o a Tagore con su equívoca mística, pero todos llenos de ternura. ¿Qué se ha hecho de la ternura de El Principito o la del Viejo y el Mar?
Todo violencia. Incluso un canal católico como la TV13 no se cansa de llenar horas con películas del Oeste cargadas de tiros. Quizá sea la hora de hablar memos de amor y más de ternura.
Jaime Solá Grané.