Meditación del día

… para el mes de Septiembre

Entrada

María, monte del Señor encumbrado sobre todos los collados, que son los santos, a los cuales aventaja en todo género de virtudes (El Sabio Idiota).
Amabilísima y encantadora doncella, cuyo parecido es de un Dios (Jacobo Mje).
Reina cuya majestad y belleza vence todo humano encarecimiento y toda imaginación posible (S. Juan Damasceno).
Incomparable restauradora de la misericordia perdida (Juan Tritemio).
Aura suavísima que viene del oriente, y con blandura nos arrebata y nos sube hasta Dios (Isidoro de Tesalónica).
Es María el objeto de nuestra esperanza y no sólo porque de Ella también hemos de gozar en el Cielo, contemplando su belleza encantadora, la hermosura de su virtud, la blancura de su pureza, ¡cómo será todo esto!…, sino, además, porque de Ella ha de venirnos la gracia que necesitamos, a Ella debemos pedir diariamente, frecuentemente, la gracia de la perseverancia final. ¡Qué fácil es distraerse en este camino de la vida, cansarse de luchar y combatir, huir cobardemente de seguir a Cristo y enredarse en las mallas de nuestros enemigos!
Pero si sabemos acudir a la Santísima Virgen, entonces, en esos momentos de mayor oscuridad, de vacilación y cansancio, Ella nos alentará y nos conseguirá la gracia de perseverar… ¡Cuántos han perseverado por Ella, y sin Ella hubieran caído!… ¡Cuántos de esos desgraciados, si la hubieran invocado a tiempo, no hubieran desesperado!… ¿Qué hubiera ocurrido si Judas después de su pecado acudiera a la Virgen y ante Ella llorara su caída?… ¿Hubiera terminado en la desesperación, como terminó?… Además, mira a María viviendo siempre con la vista en el Cielo, sobre todo después de la ascensión de su Hijo…; no vivía más que de Jesús y para Jesús.
Pídela te dé un poco de esta vida…, que sientas algo de ella, para que así estimes como basura todo lo de la tierra y no vivas más que suspirando por la vida verdadera…, que comprendas bien aquello de Santa Teresa: “Tan alta vida espero…, que muero porque no muero”… (P. Ildefonso Rodríguez Villar).

Meditación

examen dEl amor al prójimo

Este es mi precepto –dijo Jesús-: que os améis los unos a los otros como Yo os he amado. Las palabras son bien claras…, es precepto y su precepto. Jesús lo manda… y su yugo es suave… Él lo practicó primero para ejemplo nuestro.
El Buen Jesús trataba con todos, gente de distinción y talento y con gente baja y sin educación. Cuántas impertinencias, faltas de criterio y de comprensión, e incluso cuántas groserías no debía sufrir Jesús, incluso de aquellos más familiares.Y a pesar de esto, los amó con delirio, hasta morir; los escogió por discípulos, por apóstoles, por amigos íntimos. Con ellos vivió en santa comunidad y con ellos trabajó la salvación de las almas.Y cuando Él los escogió y conocía perfectamente todos sus defectos.
¿Hace falta añadir nada más a estos ejemplos, nunca suficientemente meditados, para ver claramente cómo hemos de tratar a todos? ¿Y cómo me puedo yo quejar a Él de los demás, mientras Él pueda quejarse de mí?
La oración servirá en gran manera para sostener nuestro esfuerzo en el camino de la virtud y perfección, el examen general y particular, sin lo cual es imposible o dificilísimo comprobar si estamos dentro del buen camino y el progreso que hacemos. El examen particular sobre la voluntad de Dios estará formado por estos puntos:
1. ¿He visto o he procurado ver en todo la voluntad de Dios, renovando así el amor y la abnegación?
2. ¿Me he quejado o entristecido de la imperfección y miseria de las cosas y personas o de la adversidad de los acontecimientos? (Esto no excluye la de confiar las penas dentro de una amistad santa. Mas, es necesaria mucha sobriedad).
3. ¿He reflexionado sobre los defectos e imperfecciones de las personas y cosas, o temiendo acontecimientos que pueden o han de suceder? ¿Me he lanzado confiadamente y con toda simplicidad y sencillez en la Providencia amorosa de Dios?.

Si alguien se ve movido a simplificar y reducir todo su examen general y particular bajo este aspecto, podrá servirse de los cuatro puntos siguientes:
1. ¿He hecho TODO lo que Dios quiere? (sin dejar nada).
2. ¿Lo he hecho CUANDO Dios lo quiere? (a su debido tiempo).
3. ¿Lo he hecho COMO Dios lo quiere? (bien hecho y acabado).
4. ¿Lo he hecho PORQUE Dios quiere? (por amor suyo).

Esta virtud del cumplimiento total y amoroso de la voluntad de Dios puede ser practicada por todos. El camino de la perfección como todo camino, si no se empieza no se acaba, y éste, tan sólo empezado, ya lleva a término. Efectivamente, la voluntad de Dios se nos presentará unas veces (las más) como el cumplimiento del deber en toda su austeridad; otras, por el contrario, se encarnará en una complaciente recreación; a menudo exigirá de nosotros paciencia y resignación soportando las contrariedades de la vida y los defectos del prójimo; muchas veces será la humildad la virtud que tendremos que practicar para sufrir una pequeña ofensa o una gran injuria; a veces tendremos que perseverar más intensamente en la oración, venciendo el disgusto y la sequedad espirituales; otras veces serán los dolores o el cansancio de las enfermedades con sus penosas privaciones; continuamente será la mortificación de una lucha encendida la que nos hará falta para preservar la pureza y castidad; la santa obediencia con todo el séquito de sus abnegaciones no faltará. En fin: constantemente variado y con infinitos matices, el cumplimiento total y amoroso de la voluntad de Dios nos llevará la práctica de todas las virtudes; pero a todas da suavidad y dulzura.

Oración

Abrid, Señora bondadosísima, vuestros oídos a los ruegos de este siervo vuestro, pues que por Vos el Dador de todo bien nos da las dulzuras de su misericordia, las riquezas de su piedad y los inefables descendimientos de su gracia. Por vuestra mediación se nos dispensan los divinos carismas, y se nos abren los soberanos dones; en Vos se encierran los misterios celestes y por Vos derraman sobre el mundo su gracia los sacramentos de la Iglesia. A los ángeles acrecentáis el gozo, a los hombres dais toda salud, a la tierra bañáis de paz, y a Dios mismo movéis a misericordia (S.Ildefonso).

About the author

Jaime Solá Grané

A %d blogueros les gusta esto: