Entrada
Monte de las misericordias (S. Alberto Magno)– Breve suma de todo nuestro camino, porque por ningún otro medio se llega más pronto ni más seguramente al puerto de salud (Bernardino de Bustos).
Altar todo de oro, según era encendido y fuerte su amor y su unión con Dios (Bartolomé de Pisa). – Saeta que partiendo de la humildad, dio en el medio del corazón de Dios (Abad Ruperto).
Rosa sobre toda hermosura y sobre toda fragancia; no hubo otra que así como ella hechizara los ojos de Dios (B. José de Steinfeld).
Imagen de la divina bondad, en la cual el soberano Artífice nos quiso dar una excelentísima muestra de cuán aventajadamente él la posee (Sto. Tomás de Aquino).
Amiga de Dios, toda hermosura en su interior y en su exterior. (S. Antonio de Padua) –Hija del Rey Altísimo, del Padre celeste (S. Francisco de Asís).
Meditación
AQUEL QUE PERSEVERE HASTA EL FIN
Aquel, nos dice el Salvador del mundo, que luche y persevere hasta el fin de sus días, sin ser vencido, o que al caer haya sabido levantarse y perseverar, será salvado: palabras que deberían helar nuestra sangre y hacernos temblar de espanto, si considerásemos, los peligros a que estamos expuestos, nuestra debilidad y el número de enemigos que nos rodean. No nos admire que los más grandes santos hayan dejado a sus parientes y amigos, hayan abandonado sus bienes y placeres, para ir a sepultarse en vida en medios de la selva agreste, a llorar sus pecados entre peñascos, a encerrarse entre cuatro paredes para llorar allí durante el resto de sus días a fin de quedar libres y desembarazados de todo tráfago mundano, y no ocuparse en otra cosa que en combatir a los enemigos de su salvación persuadidos de que el cielo sólo será concedido a su perseverancia.
–Perseverar es estar pronto a sacrificarlo todo: los bienes, la voluntad, la libertad, la vida misma, antes que desagradar a Dios. No perseverar. Es recaer en los pecados que habíamos ya confesado, seguir las malas compañías que nos indujeron al pecado, el mayor de todos los males, ya que por él hemos perdido a Dios, hemos arrebatado al cielo nuestra alma y la arrastramos al infierno. ¡Quiera Dios que los cristianos que tienen la dicha de reconciliarse con Él mediante el sacramento de la Penitencia, comprendan esto bien! Cinco son los medios que debéis adoptar para perseverar en la gracia: la fidelidad en seguir los movimientos de la gracia de Dios, huir de las malas compañías, la oración, la frecuencia de sacramentos y, por fin, la mortificación.
Los santos no deben su felicidad más que a su fidelidad en seguir los movimientos que el Espíritu Santo les enviara, así como los condenados no pueden atribuir su desdicha a otra cosa que al desprecio que de tales movimientos hicieron. Esto solo debe bastar para haceros sentir la necesidad de ser fieles a la gracia. –¿Por qué medio vamos a conocer si correspondemos o resistimos a lo que la gracia quiere de nosotros? – La gracia es un pensamiento que nos hace sentir la necesidad de evitar el mal y de hacer el bien. Entremos en algunos detalles familiares, a fin de que lo comprendas mejor, y a así verás cuándo eres fiel a la gracia y cuándo resistes a ella.. Por la mañana, al despertarte, Nuestro Señor te sugiere el pensamiento de consagrarle tu corazón, de ofrecerle los trabajos del día, y de rezar en seguida, de rodillas, las oraciones de la mañana: si lo practicas, así, prontamente y de todo corazón, sigues el movimiento de la gracia; mas si no lo practicas o lo haces mal, entonces dejas de seguir tal movimiento. En otra ocasión, sentirás de pronto el deseo de ir a confesarte, de corregir tus defectos, y dejar de ser lo que al presente; puedes seguir o no esas buenas aspiraciones. Te viene el pensamiento de dar alguna limosna, de practicar alguna penitencia, de asistir a Misa los días laborables, más no lo haces. Aquí tenéis lo que es seguir los movimientos de la gracia o resistir de ellos. Todo esto viene comprendido bajo el nombre «gracias interiores». En cuanto a las llamadas «gracias exteriores», podemos citar como ejemplo una buena lectura, la conversación con una persona virtuosa, que os hará sentir la necesidad de cambiar de vida, de servir mejor al buen Dios, los remordimientos que vais a tener a la hora de la muerte; o también el buen ejemplo de otras personas presentándose repetidamente ante vuestros ojos, como si os estimulase a convertiros; o también un sermón o instrucción religiosa que os enseñe los medios que se han de emplear para servir a Dios y cumplir vuestros deberes con Él, con vosotros mismos y con el prójimo. Tened presente que vuestra salvación o vuestra condenación, de esas gracias dependen. Los santos, si se santifican, es por el gran cuidado que ponen en seguir todas las buenas inspiraciones que Dios les envía, y los condenados han caído en el infierno porque las despreciaron.
Oración
Fuiste, ¡oh Virgen! tan enaltecida porque tu vivir distaba lo indecible del pecado. En lo más alto de los cielos pusiste tu trono, llegaste tu corazón hasta la purísima e incircunscrita cumbre que es principio del cual se deriva todo lo criado, donde tus ojos como de paloma por su candor, como del águila por su viveza, contemplan a Dios Padre de toda lumbre; donde tus deseos adoran los divinos misterios, tu amor y devoción suben como columna de incienso, y son tu manjar y tu bebida torrentes de divinos deleites y dulcedumbre de interna suavidad. Tu piedad además no te da reposo; sola rodeas cielos y tierra buscando remediar las lacerías del menesteroso, los suspiros de la mocedad, el dolor de la edad madura, los ayes de la viudez, el padecer del doliente, los votos que hacen tus servidores, y como patrona del humanal linaje, como singular medicina de quebrantados y afligidos, sobre todos dejas sentir los amorosos influjos de tus entrañas maternales (S. Ildefonso).