Meditación del día

… para el mes de Julio

Entrada

La Iglesia profesa y proclama que Jesucristo fue concebido y nació de una hija de Adán, descendiente de Abraham y de David, la Virgen María. El Evangelio según Lucas precisa que María concibió al Hijo de Dios por obra del Espíritu Santo, “sin conocer varón” (cf. Lc 1, 34 y Mt 1, 18.24-25). María era, pues, virgen antes del nacimiento de Jesús y permaneció virgen en el momento del parto y después del parto (Juan Pablo II).
Presencia de Dios… ¿Quién la tuvo como Ella?… ¿Es que podía vivir ni un instante sin esa presencia?… ¿No veía sin cesar a su Jesús… y en Él contemplaba a la vez a su Hijo y a su Dios? María vivió siempre bajo la mirada de Dios…, tuvo a Dios por testigo visible de todos sus actos… y nunca tuvo que avergonzarse de haber hecho nada indigno de la mirada de Dios. –Un día el Señor dijo a Abraham: “Anda siempre en mi presencia y serás perfecto”… Éste es el resumen breve y magnífico de la vida de María (P. Ildefonso Rodríguez Villar).
Arca del alianza donde puso Dios el pan que sustenta nuestras vidas (Hugo de S. Caro)
Abigaíl prudentísima que conociendo que Dios tenía levantada la mano para castigar al hombre, ella salió a su encuentro por sus altas virtudes, y le aplacó con su humildad sin par (Bernardino de Bustos).
Árbol altísimo que por su anchura se extiende por todo el mundo, por su longitud traspasa las esferas angélicas, por su elevación toca con sus ramos hasta el trono de Dios. Grande fue la Señora en el mundo, grande es en el cielo; aquí no tuvo par en la gracia, allá no hay quien le iguale en gloria (S. Buenaventura).
Indicio y preámbulo de verdadera luz; pues la abundancia de su caridad cubre la muchedumbre de nuestras iniquidades, y su fecundidad gloriosa enriquece las trojes de nuestra alma (S. Buenaventura).

Meditación

Recobrando el tiempo perdido

Y así, mirad, hermanos, que andéis con gran circunspección, no como necios, sino como prudentes, RECOBRANDO EL TIEMPO PERDIDO (Ef 5, 15-16).

Mis días no me pertenecen. No tengo por qué preguntar qué jornal me han pagado, sino más bien cuánto he pagado yo por el día que se me ha concedido, y qué trabajo he hecho para equilibrar en las balanzas eternas las veinticuatro horas que me fueron adelantadas.
Enséñame a bien envejecer, sin murmurar y sin tristeza, no para aislarme, sino para engrandecerme, sin querer invocar nunca las tareas anteriormente cumplidas, como una excusa que me dispensaría de emplear cada día todo mi esfuerzo.
Mis días, precio de mi rescate, único recurso que tengo para hacer el bien, mis días afanosamente reconquistados por mi Dios contra el demonio que mantenía prisionera mi vida, tendrían que estar todos marcados con la efigie divina.
Los holgazanes son homicidas, asesinos de sí mismos y de sus vecinos, homicidas a largo plazo, como los que en los arsenales descuidan preparar las armas protectoras que han de servir en la hora lejana de los combates. Y obstruyen nuestros caminos todos aquellos que piensan que un esfuerzo remiso es ya bastante honroso, que una voluntad intermitente le preserva a uno de ser vil, y que se puede vagar durante toda su existencia, como un petimetre hastiado o divertido, sin exponerse al contacto de la dura realidad.
Los más ocupados son siempre, entre nosotros, los más dispuestos a aceptar todavía nuevas cargas. En las misas tempranas de nuestras iglesias, se suelen reunir las personas más activas. Los que no tienen nada que hacer se contentan con ir a la misa más cómoda, y nunca tienen tiempo para hacer ninguna cosa de provecho.
¡Oh Dios mío!, si volvieses de nuevo, ¿cómo juzgarías nuestras existencias? Si aparecieses entre nosotros, ¿no haríamos como los alumnos sorprendidos en falta, que adoptan actitudes estudiadas cuando el maestro levanta la vista? Me imagino que tendrías palabras de misericordia para todos los abnegados, que sin decir nada a nadie y sin meter ruido acerca de su martirio, viven al servicio de los demás sin poder conciliar el sueño hasta que caen rendidos de fatiga. Su virtud no se paga de afeites; hay polvo en sus sandalias, y están tan ocupados del prójimo que hasta se han olvidado de mirarse al espejo y de acicalar su vida. Nunca refunfuñaron cuando se les pidió que sirvieran a desconocidos; tal sencillez pusieron en su sacrificio, que cuantos se beneficiaron creyeron superfluo darles las gracias. ¿Se agradece al árbol que da sombra, y al maquinista que conduce la locomotora? ¿Quién nos dará, para las cosechas necesarias, una o dos docenas de estos segadores?

Oración

Todas las cosas me convidan a bendecirte, y todas me enseñan cuán grande es la obligación que tengo de alabar la gloria de tu nombre. Me lo dicen las Sagradas Letras en todas sus páginas, me mueven a ello los ejemplos de tu virtud, me fuerzan tus beneficios, me lo recuerdan interiores inspiraciones, y me llevan a persuadirme de cuán necesario es, los milagros y maravillosas obras de tu mano. Al cabo tú alumbraste a todo un Dios, tú gananciaste paz para el universo mundo, tú venciste y humillaste al infernal dragón, tú reparaste el humano linaje, y la tierra y el cielo henchiste tú de altísimos bienes. Tú eres nobilísimo y santísimo tabernáculo de toda la Trinidad, tú el regalado y virginal tálamo en que descansó el Verbo encarnado del Padre, tú la preciosísima perla engastada en la corona del sumo y eterno Rey, tú la hija querida del Padre, la esposa amadísima del Espíritu Santo, tú la Reina y la Señora de todos los ángeles y santos. Tú sola eres admirable y único coro, lleno de sabiduría, resplandeciente y majestuoso aún más que el sol, riquísimo de gracia como depósito que la contiene toda, perfectísimo y hermoso sobre toda ponderación, y que sobre los demás reluce con excelencia comparable a la del sol sobre todos los astros, y a la de la luna sobre los planetas y satélites en una noche serena (S. Ildefonso).

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Jaime Solá Grané

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